Para poder hablar de migraña es muy importante definirla, ya que es una enfermedad que se caracteriza por un dolor de cabeza que solamente afecta a un lado de la cabeza, que es pulsátil intenso e incapacitante, además de acompañarse de algunos síntomas neurológicos como nausea, vómito y fotofobia (que es una intolerancia anormal a la luz).

A veces se confunde la migraña con la cefalea tensional, que suele ser mucho más común, no es pulsátil sino opresiva y que se da con mayor frecuencia en la zona frontal de la cabeza; y en otras más el dolor de cabeza es secundario a alguna enfermedad de base, desde una gripa hasta un tumor cerebral.

La migraña es una enfermedad que se manifiesta en la mayoría de los pacientes antes delos 30 años, es mucho más frecuente en las mujeres y tiene una incidencia relativamente elevada en la población (entre 12 y 16%).

La mayoría de los pacientes que padecen migraña conocen el tratamiento de sus crisis, saben perfectamente los medicamentos que les quitan el dolor de forma efectiva y rápida, sin embargo no se enfocan en la prevención de estos episodios.

La prevención se basa en un primer momento en evitar todos aquellos factores desencadenantes de las crisis migrañosas, como:

Alteraciones en la alimentación: los periodos largos de ayuno o el consumo de ciertos alimentos como el queso, la fruta, chocolate, café y el vino tinto, pueden desencadenar una crisis migrañosa; aun cuando no existen estudios con resultados concluyentes que confirmen la capacidad de estos alimentos para desencadenar las crisis es importante identificar que hábitos alimenticios se tienen previos a una crisis migrañosa y evitar caer en ellos.

Alteraciones en el sueño: cambiar el patrón del sueño o dormir más o menos horas de lo habitual puede desencadenar una crisis migrañosa; en la mayoría de los pacientes las crisis se presentan cunado hay un desajuste en los horarios normales de sueño.

Alteraciones psicológicas: tanto el estrés como la ansiedad pueden ser el detonador de una crisis migrañosa, pero también es importante reconocer que el estrés es el principal causante de la cefalea tensional por lo que debemos diferenciarlos.

Además existen otros factores como el ciclo menstrual y los atmosféricos: cambios bruscos de temperatura o de presión y la presencia de lluvia o viento; que también forman parte de la patología de la cefalea tensional.

Si a pesar de evitar exponerte a todos estos factores desencadenantes, quieres comer algo que podría ayudar a disminuir la frecuencia con la que se presentan las crisis de migraña, aquí te propongo tres alimentos que puedes agregar a tu dieta:

Quinoa: es un alimento del grupo de los cereales, bien conocido por ser rico en proteínas, hierro, cobre y magnesio. Se cree que ayuda a relajar la tensión en los vasos sanguíneos reduciendo así la frecuencia de presentación de los episodios de migraña. También ayuda a disminuir la presión arterial lo que se traduce en una disminución del riesgo de infarto miocárdico.

Aceites de pescado: la sardina, arenque y la trucha son conocidos por ser muy ricos en ácidos grasos omega 3, dichos ácidos disminuyen la producción de radicales libres y otras sustancias inflamatorias que desencadenan las crisis migrañosas. Comer pescado dos a tres veces por semana puede contribuir a reducir la frecuencia de presentación de las crisis migrañosas.

Jengibre: esta raíz se ha utilizado a lo largo de la historia para reducir el dolor de cabeza asociado a las migrañas. Funciona como un antiinflamatorio y ayuda en el tratamiento de la náusea que acompaña a las crisis migrañosas. El jengibre además coadyuva en el tratamiento de alteraciones de la digestión y se puede consumir en su forma fresca o cocinado como condimento en nuestros alimentos, e incluso ahora ya existen suplementos alimenticios con jengibre.