En mi colaboración anterior saqué a la luz este tema y fui bulleada por algunos lectores, quesque por ser exagerada y por azotarme innecesariamente.

Y es que pareciera que no es cierto, si no lo has vivido.

Además del bullying como proveedor, uno es sujeto a ser bulleado por los proveedores suyos de uno, quedando atrapado en un sándwich golpeador francamente poco deseable.

Seguramente quienes no requieren factura para deducciones ante Hacienda no han vivido este tipo de maltrato. Y cuando tiene uno la fortuna de tener proveedores decentes y considerados, te libras del engorroso trámite. Pero son pocos.

La verdad es que todo el nuevo sistema tributario traía escondidos infinidad de vicios que, por lo menos en mi caso, eran bastante inesperados, y me agarraron por sorpresa y me hicieron enfadar.

En teoría, al ser forzosa la facturación electrónica, todo mundo debía mandarte su factura… pero ¡no! En muchos casos, resulta que además de tus propias facturas, tú tienes que gestionar las de tus proveedores. Lo que está sucediendo es que:

1. Cuando uno entra al sistema del proveedor, en teoría todo debería fluir amigablemente, pues quién mejor que tú conoce los datos fiscales propios, que luego anotan erróneamente y el seguimiento es una monserga. Pero muchos de los que te ponen a tramitar tus comprobantes tienen unos servicios de facturación de quinta, convirtiendo el proceso en una labor aterrorizante y tardada y “qué hiciste todo el día, pues ái nomás tramitando facturas de todos mis deducibles”. Y si no tuviste tiempo de hacerlo de inmediato, luego te regañan porque el trámite “ya es extemporáneo, lo siento” (lo cual, además, es ilegal).
2. También pasa que te piden tus datos, incluyendo tu correo, para que ellos posteriormente te manden su factura. Eso tampoco está padre, porque te la mandan cuando se les da la gana (y si tienes viáticos, la factura ya no coincide con la fecha del viaje), muchas veces traen errores, o simplemente no llega y los tienes que estar correteando.

Me queda claro que los proveedores ponen trabas para facturar, ya que mientras más facturen, más impuestos tienen que pagar. Y por supuesto nos la van a hacer cansada (y hacernos hasta desistir) con tal de evitarse los impuestos.

Y claro que ahí no para el abuso, pues resulta que como te tienen que mandar tu factura por correo, dejan registrada tu dirección electrónica en su base de datos para después mandarte publicidad indeseada, como si le abrieras la puerta al que te vino a entregar las pizzas y todavía se sentara en la sala de tu casa a ver la TV en su canal favorito.

La facturación electrónica llegó para quedarse. Me encantaría ver que todos estos vicios ocultos se fueran desvaneciendo paulatinamente, pero creo que peco de optimista... ¡qué fastidio!

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