Al son que me toquen…

Si como afirman diversos investigadores de la música mexicana de salón, que cada casa del país contaba literalmente con un piano, incluso en la barranca más lejana y profunda, entonces la vida musical del México decimonónico se puede imaginar con un ambiente sonoro pletórico. El ámbito público de la música, propio de kioscos, plazas, teatros, circos, incluso de la iglesia, se llevó hacia la privacidad del salón; ahí, el piano fue el instrumento reinante. Tal aseveración se puede confirmar a través de los cientos que partituras y decenas de compositores que surgieron en aquel tiempo.

En este sentido, Puebla –el valle y sus diversos municipios– no fue la excepción, y el ambiente musical que se vivía en ciudades como México y Guadalajara, se compartía en lugares como Teziutlán, Tetela de Ocampo o Zacapoaxtla. El gusto por la música de teatro, de concierto, de las plazas de toros, en los zócalos y parques, de índole popular y folclórico, se introdujo a las casas, al salón, al ambiente íntimo, a través de partituras para piano.

El nivel de los intérpretes, hombres o mujeres, era tan diverso como los géneros musicales que proliferaron en la época. La música de baile (marchas, chotises, polcas, mazurcas), música de salón propiamente (sólo para ser escuchada: idilios, nocturnos, hojas de álbum) hasta música de concierto (paráfrasis, transcripciones: para ser interpretadas por pianistas profesionales) conformaron el repertorio de los conciertos que se ofrecían en tertulias y reuniones.

Objeto, investigación y significado

Todavía en el presente se pueden hallar muchas casas en el centro de la ciudad de Puebla, y las colonias más cercanas al mismo, que en sus salas albergan el piano de los abuelos, bisabuelos o tatarabuelos (aunque algunos ya han sido vendidos por los familiares actuales). Y si hay o había un piano, quiere decir que a la par deben o debían encontrarse partituras (que en el peor de los casos han corrido la suerte de ser desechadas por considerarse documentos sin importancia. ¡Vaya falta de sentido común por darle un justo valor a la historia de México!). Hace un siglo, la música se editaba, publicaba y vendía en obras sueltas (principalmente por las casas editoriales de A. Wagner & Levien y H. Nagel y Sucs,), a diferencia de la actualidad que se hace a través de libros que contienen varias obras en un solo volumen. De tal suerte que, después de un cierto número de partituras (más de 20 comúnmente), éstas eran encuadernadas por los propios dueños (pianistas aficionados mayoritariamente, que habían adquirido música en casas de música como la de Santa Cecilia).

Cuando esta música del pasado ha llegado a las manos indicadas, se ha podido realizar la labor de rescate, restauración, investigación, reedición y grabación. Esto sucede siempre y cuando se reconozca en esta música, no una falta de desarrollo, innovación y aportes musicales al ser comparada con la música europea de la época, sino el significado intrínseco que denota los valores, gustos y actitudes de la sociedad mexicana –poblana– de la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.

El caso de Teziutlán

La investigación realizada por el pianista teziuteco Francisco Rocafuerte (establecido en Texas) reafirma lo dicho por la marquesa Calderón de la Barca acerca de la música en México. Ella llegó a observar un gran interés por la música y el piano, sobre todo entre las señoritas de la época, que, si bien no llegaron a convertirse todas en ellas en profesionales, e incluso fueron consideradas por Amado Nervo como boxeadoras del piano, si constatan la importancia que tuvo el piano y la música en las sociedades mexicanas decimonónicas.

En Teziutlán como en Puebla, a decir de Rocafuerte, se podían encontrar pianos de las marcas europeas más reconocidas (Rosenkranz, Steinway, Rönisch, y Bechstein) en cantidades similares. Una cuestión semejante se podía hallar en la entonces Villa de Tetela de Ocampo, o Tetela del Oro.

Evocación

A tres lustros de haber iniciado el siglo XXI aún se perciben destellos del pasado, la influencia de eventos que han marcado la vida del país, y la necesidad de construir significados históricos que ofrezcan un sentido al presente que se vive. La audición de la música del siglo XIX en México ofrece una perspectiva más amplia y enriquecedora a la búsqueda de significados. La posibilidad de escuchar tal música, es la oportunidad de escuchar el interior de uno mismo.

Este texto fue publicado en el diario El Popular, Puebla, Pue., México, el domingo 1 de febrero de 2015, en la sección de “Farándula y Cultura”, en la columna semanal “Son, sonata y rock”; Mónica Delgado, editor; Valeria Bautista, diseño editorial.