Recuerdo que en mis años mozos como estudiante en el CBTis N. 257 y antes de descubrir y apasionarme por el maravilloso mundo de “La comunicación” quería pasar mis días en el aula de clases, compartiendo y ayudando a generar conocimiento, creando ambientes propicios para aumentar el aprendizaje y de vez en cuando (mayormente en temporada de exámenes) saborear ricas y crujientes manzanas… así es estimadísimo lector, ¡aunque usted no lo crea! yo quería ser maestro.

 

 

Seguramente habría sido de esos que te dejan leer un libro completo de un día para el otro, o el típico que te pone a debatir sobre cuestiones políticas o teologales en clase, tal vez sería de los que cierran la puerta a los 5 minutos y después no deja entrar a nadie o el que por cada falta de ortografía te baja 1 punto. No entregar el trabajo en tiempo y forma implicaría sin duda alguna recurso automático. Entregaría a mis pupilos un cuestionario de 300 preguntas del cual sólo preguntaría 3 y eso sería el 70% de su calificación. Sí. Hubiera sido de esos, afortunadamente para ellos cuando llegó el momento de elegir a que dedicaría el resto de mi vida, otra opción fue la que me sedujo; “Lic. en Comunicación” y he de morir ejerciendo la profesión que tanto amo, porque como lo dijera Facundo Cabral: El que hace lo que ama está benditamente condenado al éxito. ¡De la que se salvaron!

 

 

Haciendo un poco de historia y pese a figuras que realmente no tienen derecho a ostentar el título de “maestro” yo siempre he admirado a los trabajadores de la educación, tal vez por eso algún día quise serlo. Siempre he pensado que ningún conocimiento es valioso si no lo compartes y para aquellos, -desafortunadamente pocos pero muy valiosos- que utilizan este estandarte más como vocación que como profesión va mi profundo respeto y sincero agradecimiento.

 

 

He sido un tipo afortunado, tengo la dicha de contar en mi historia (que va comenzando) con una lista de grandes maestros. En el jardín de niños tuve una muy paciente, yo fui de los que aprendió a leer tarde y ella siempre supo como motivarme y acelerar esa habilidad. Aunque su nombre pasó al olvido su persona estará conmigo siempre. Ya en la primaria tuve grandes experiencias… Recuerdo a Rubicelia, por cuestiones que jamás se aclararon tuvo que dejarnos a mitad del 2do año y le organizamos un convivio de despedida. Me acuerdo que en éste y ataviado con un saco blanco de los que tenían botones dorados, le cante una canción de la Rondalla de Saltillo que se llama “Te vas”. Sí, desde pequeño ya bien romántico yo. También recuerdo a Magdalena que me dejó sin recreo por no llevar la tarea (eso pasó en una sola ocasión y seguramente esa tarea no era tan importante)

 

 

Continuando con la primaria hubo dos extremos, en uno se hallaba Juan, que no daba clase, jamás pasaba asistencia y en cierta ocasión que le pregunté una duda que tenía sobre mi examen él lo tomó, lo observo bien y ¡lo contestó! Era extraño. En el otro extremo una mujer despiadada, su nombre: Patricia Mauleón, a mí jamás me tocó un pelo pero tenia la costumbre de dar reglazos en las manos a sus alumnos incumplidos, (ahora sabes porque a mi no me toco un pelo, ja ja)

 

A pesar de ser la maestra de hierro conmigo siempre fue decente. En esa época ya era el participante de costumbre en la “Olimpiada del Conocimiento Infantil” por lo que evitaba dejarme tareas y esas cosas que dejan los maestros, para prepararme personalmente. Representé a mi escuela en varias ocasiones. Ahí supe que si era buen estudiante conocería muchos lugares. (Y lo mejor de todo, GRATIS)

 

 

Seguramente en 6 años también tuve otras grandes personas, pero para no hacérselas larga pasemos mejor a mi época de secundaria, ¡Oh la secu!, gratos recuerdos…

 

 

De ésta mencionaré únicamente a dos, aunque en realidad son más de los que estoy agradecido.

Está Gerardo Morales, el estricto maestro de historia I, historia universal e historia de México. Un maestro del que aprendí que la disciplina (en cierta medida) es vital en cualquier área. Que la responsabilidad es fundamental y que las cosas bien hechas traen algo bueno a las espaldas. Todos los lunes y días de exámenes los hombres tuvimos que usar corbata (tal vez de ahí provenga mi afición por las mismas), zapatos perfectamente lustrados, peinados e higiene personal impecables. Las Mujeres no tendrían que usar aretes, ni maquillaje, ni uñas pintadas, calcetas totalmente blancas y llevar listón azul para el cabello… al momento de iniciar el examen decía: “mujeres pierna derecha sobre la izquierda” fue todo un caso. Pero aún recuerdo su discurso de bienvenida: “Ustedes ya no son unos niños” hace falta de vez en cuando aplicar éste también en la universidad.

 

 

 

 

Dejando atrás los viejos ayeres y en mi paso por el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios N. 257, al cual en mi discurso de despedida prometí volver cuando mi vida fuera exitosa, tan memorable fue “El lobo” que hablaba sin tapujos (con una cantidad exorbitante de “palabrotas”) sobre cualquier tema, mayormente político y sexual, que Enrique profe de esas cosas extrañas de matemáticas aplicadas y calculo diferencial que siempre nos decía “Si no le echan ganas van a bailar con la más fea” (por eso yo si le eché ganas), Ignacio que murió hace poco en un accidente automovilístico, o Miguel Ángel López Eufracio quien decía: “Hermanos, el ingles no es mi fuerte, así que todos van a tener 10 en esa materia”. (Ahora veo la raíz del problema en el que me encuentro)

 

 

Fue el quien siguió lo que empezara María Luisa. Mi entrenador para esto de hablar en público.

De su mano conocí más lugares, algunas veces para discernir un tema en alguna plaza pública, otras para declamar “El brindis del bohemio” y otras tantas en concursos sobre expresión oral y escrita. Entrenábamos después de clases, hacia que me metiera en el personaje que interpretaba, desde un tipo que mata a su propia madre por amor (El matricida), uno que se arrepiente de la vida tan arrebatada que tuvo y entiende todo hasta que le toca ser padre (Que razón tenias papá), hasta políticos empeñados en conquistar el voto más difícil… “Si te ven los de Andrés Manuel te contratan canijo” decía después de mi discurso. El último año me robaron el primer lugar en declamación –eso dijo él- obtuve el 3ro Estatal.

 

 

Ya dentro de la Máxima Casa de Estudios de Puebla he tenido la fortuna de encontrarme con gente que ha creído en mí, que me ha apoyado y ayudado a potencializar mis habilidades.

Recuerdo a la primera maestra que tuve, mujer de grandes relaciones con políticos y gente de los medios de comunicación que ahora ocupa un cargo dentro del gobierno estatal. O aquel en donde la “cuarta pared” era el pan de cada día pero también se preocupaba por un crecimiento espiritual y personal, a Gaby Benítez quien creyó en TETRAEDRO programa de radio político-cultural que produzco y conduzco para mi facultad (síganlo en www.facebook.com/tetraedroradio), a Ismael Ríos aunque promulgaba que ninguno de nosotros encontrará trabajo los primeros 6 meses de egresar, y así a muchos a los que debo agradecer la oportunidad de tener experiencia en prensa, en radio, en producción audiovisual, en oratoria, en investigación, en capital humano y equivocarme, y seguir aprendiendo y mejorar cada día.

 

 

A un paso de terminar la licenciatura puedo decir que TODOS los que he tenido me han dejado un gran aporte, cada uno a su manera, Abril, Jesús, Paola, Miriela, Miriam, Ismael, Israel y desde luego mi ex directora Patricia (Solo por citar algunos) ¡Verdaderos maestros!

 

 

Pero recordemos que no sólo en las aulas se encuentran a los que celebramos este día, un maestro es ese que te enseña, que te acompaña en el camino, no es el que hace las cosas por ti, sino el que te explica como lo tienes que hacer tú, no te da pescado, te enseña a pescar y en la calle he encontrado varios de éstos. Bandura opinaría que los primeros maestros con los que tenemos contacto son nuestros padres, la gente que esta en nuestro entorno y de verdad que mis maestros han sido excelentes.

 

 

Creo que todo el tiempo estamos aprendiendo (al menos así debería de ser) y lo hacemos del que nos saluda a la entrada de la puerta, del vecino, del que vende elotes, de tus suegros, de tu pareja, de la persona que limpia vidrios y del empresario más rico del mundo. Debemos aprender todo, de todos y en todo momento. Muchas veces se aprende más de los errores que de los aciertos, pero bueno, esa es otra historia. El punto es que no todos tienen la capacidad de transmitir conocimiento, no todos tienen esta vocación de servicio, a muy pocos les interesa verdaderamente el progreso de sus alumnos mientras tengan ganancias económicas, otros ponen de escusa la baja ganancia económica para no hacer su trabajo y unos más terminaron en las aulas por pura coincidencia. (Es en esta parte donde los nombres están de más)

 

 

 

A todos ustedes, mucha felicidad hoy y siempre.