El año pasado sufrí un percance en el Periférico Ecológico. Un conductor imprudente trató de rebasarme por la derecha, se me cerró y golpeó mi auto con su defensa trasera. La defensa delantera de mi coche salió disparada. No vi dónde cayó; francamente, estaba más concentrado en maniobrar para evadir la barrera de contención. Ni a mí ni a mi acompañante nos pasó nada, más allá del susto y el golpe. 

Al día siguiente, acudí al Ministerio Público para reportar mi placa como perdida. Expliqué el incidente y el agente ministerial me encomió a buscar mi defensa. "Seguro sigue allá", me dijo, advirtiéndome que me ahorraría dinero y tiempo si la encontraba. Con nada que perder, regresé al Periférico. Mi copiloto la divisó cuando íbamos llegando al final del carril central del Periférico, casi a la altura de Lomas de Angelópolis. Después de dar una vuelta, logré estacionarme en Gran Plaza Sur (al costado del Periférico, casi llegando a la 16 de septiembre).

Esa plaza tiene un puente peatonal que comunica con el carril central del Periférico. Hasta ese día, nunca me había metido, salvo cuando las obras obligaban al flujo vial a pasar por ahí. A partir de ahí, comencé a caminar. Lo primero que llamó mi atención es que habían unas marcas que indicaban cuántos kilómetros se avanzaban. Así, calculo que recorrí unos seis o siete kilómetros de ida y regreso. 

Cuando caminé, miré con curiosidad el camino. Al costado estaban diferentes pintas: algunas, graffittis ininteligibles; otras, con frases alusivas al orgullo de ser poblano (producto, imagino, de algún plan de gobierno). Sobre la pista me topé con algunos corredores y, de vez en cuando, ciclistas. En algunos tramos, lo único que separa al carril central de la carretera es la barrera de contención. En otros -especialmente, los cercanos a las zonas habitacionales, como la de San Miguel Mayorazgo-, estaba reforzado por una malla. 

Después de caminar un buen rato, encontré mi defensa (y la placa de mi automóvil). A unos cuantos metros, se terminaba el carril central, en una rampa ascendente que se dirige hacia la nada, la cual funciona como lienzo para los graffiteros y anunciantes. A partir de ese punto, el camino desaparece, justo antes de que el Periférico haga una curva con dirección a La Vista Country Club. Giré y emprendí la vuelta sobre el asfalto polvoso, con el zumbido de los autos a toda velocidad a mi costado.

En mi aventura, descubrí un par de cosas sobre el carril central. En primera, que sólo hay un acceso a través del puente peatonal de Plaza Gran Sur. El otro punto "claro" de entrada está en el cruce de la prolongación de la 24 sur. Son los puntos principales de ingreso. El resto cruza el Periférico a la mala, es decir, encomendándose a algún poder divino para no ser atropellados mientras atraviesan el arroyo. Sí hay un par de puentes peatonales que comunican los dos lados del Periférico, aunque nacen dentro de unidades habitaciones. El Periférico está diseñado para convivir poco con las construcciones que le rodean, y mucho menos, con los peatones y bicicletas.

¿Para qué sirve el carril central? ¿Por qué está ahí? Yo desconozco su origen. Me han contado que algún gobernador o presidente municipal dejó ese carril para introducir un metro a Puebla, pero se quedó a medias la construcción. La otra versión que he oído es que ese camino era parte del Periférico, pero fue olvidado durante las obras de ampliación de 2007. Como sea, ahora es un sendero estéril. A lo sumo, la gente lo utiliza para hacer algo de ejercicio, pero ni siquiera para eso está acondicionado: su acceso es difícil, su asfalto está descuidado y está lleno de basura (y de refacciones que han volado de choques).

El Periférico forma parte de mi ruta normal de Cholula a mi casa. Desde el día de mi percance, me ha causado curiosidad ese carril solitario, así que le doy un vistazo de vez en cuando. Estoy seguro que los habitantes colindantes le dan un uso, aunque sea para pasear a sus mascotas o dar una vuelta en bicicleta (en mi incursión, por ejemplo, vi a un padre con sus dos hijas en bici). Sin embargo, no es un espacio acondicionado para ese fin. ¿Arriesgar la vida cruzando el Periférico sólo para entrar al carril? No, gracias.

Creo que es un espacio público que ha sido desaprovechado e ignorado por muchas administraciones. La pregunta es: ¿qué queremos hacer con él? Su construcción interrumpida lo hace inviable como una ruta, aunque con una inversión y planeación adecuada, podría crearse un carril para ciclistas que aproveche el Periférico (donde actualmente tienen limitada la circulación) para comunicar al sur con otras zonas, como Ciudad Judicial. Si no, podría seguir como un corredor para hacer ejercicio, quizá con algunas bancas o juegos, una pista de tartán (como en el Parque Metropolitano) o qué se yo. Algo para sacar al carril central de su soledad, para revivirlo. Algo para que sirva y sea más que un mero recordatorio de la pésima planeación urbana que, desgraciadamente, nos rodea en esta ciudad. 

Fotos: Latin Post / E-Consulta / Reflejo Irracional