Dicen que una de las cualidades más importantes de los seres humanos es sin duda, la del raciocinio, es decir, la capacidad de pensar y de analizar cualquier acontecimiento, situación o problema que se nos presente.

Razonar es una palabra que creemos ejercer a diario; sin embargo, carecemos de esta aptitud y más, cuando existen hechos colectivos, de interés general como los ocurridos hace unos días en varias ciudades de México en contra del incremento al precio de las gasolinas.

Rebelión total

La irritación social que desató dicha medida legislativa- gubernamental no tiene precedentes inmediatos, pues mucha gente salió a las calles a expresar su descontento, pero también, mostró (en varios casos) su lado violento y rapaz, al grado de paralizar por varias horas las actividades en los centros comerciales, tiendas de autoservicio y colonias o unidades habitacionales.

Y es que el aumento de las gasolinas Magna y Premium, así como del Diesel afecta directa o indirectamente los bolsillos de las familias mexicanas, porque todas las mercancías o servicios se transportan -en su mayoría- por la vía terrestre.

Todos unidos…

Ni el caso Ayotzinapa ni el de la Casa Blanca, ni la visita de Donald Trump unieron a tantas personas y provocaron su repudio hacia el presidente de la República, porque la gasolina “le pega a todos”, ya sea a quien tiene un vehículo, a quien utiliza el transporte público o a quien traslada por autopista cualquier tipo de productos.

Lo negativo de esta demanda legítima fue la ineficacia de las autoridades federales y locales para brindar seguridad pública, al quedar rebasadas ante las protestas y sobre todo, ante los saqueos y afectaciones a las instalaciones de diversos comercios.

“Candil de la calle”

Un país como México  que presume ser la décimo quinta economía del mundo, ser democrático, estar en vías de desarrollo, tener una inversión importante en materia de educación, con instituciones y reformas aprobadas, tiene en contraparte, un sinnúmero de conflictos o lugares y sin Estado de Derecho.

Televisores, lavadoras, refrigeradores, ropa, juguetes, alimentos, fueron algunas de las cosas que fueron sustraídas de los almacenes o tiendas por cientos (o quizá miles) de personas a lo largo y ancho del territorio nacional; además, los daños y pérdidas causadas por los demandes fueron incalculables.

En efecto, lo anterior es condenable y no se justifica a pesar del malestar causado por el alza a los combustibles y a las tarifas de la luz eléctrica y el gas LP.

¿Divorcio?

Cada vez más en México suceden hechos que demuestran la anarquía y la inconformidad que tiene la sociedad en contra de su clase política. Hoy como nunca, la distancia entre estas dos partes se aleja y tal parece que es irreconciliable.

Y no es para menos, mientras los poderes Ejecutivo y Legislativo propician –en buena medida- las condiciones que pueden afectar a los ciudadanos, los primeros no mandan una verdadera señal de ajuste presupuestal, austeridad o eficiencia en el gasto público; por el otro lado, sus privilegios se mantienen inalterables y que, a pesar de que representan una cantidad de dinero menor con respecto al tamaño de la crisis, sí mandarían una señal de coherencia y solidaridad.

Lo acaecido en los primeros días de enero es un augurio de lo que pasará en 2017 en nuestro país. Ahora fue el gasolinazo, después vendrán las turbulencias generadas por los cambios políticos en Estados Unidos, por lo cual, los mexicanos necesitamos analizar y actuar en consecuencia y no mediante impulsos “viscerales” que ya demostraron lo poco civilizados y pensantes que somos, como auténticos seres prehistóricos o bien, unos “saqueo-pithecus”.

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