El 20 de enero de 2017 será recordado como uno de esos días extraños, una fecha que quedará grabada en la memoria de muchos por un acontecimiento que parecía imposible de consumarse hasta hace algunos meses: el arribo de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos de América.

Nadie imaginaba hace tres, cinco, ocho o más años, que una persona con las características del también magnate inmobiliario ocupara el principal cargo público de la nación más poderosa del mundo ni que lo lograra en un lapso corto.

El inicio de todo

A mediados de junio de 2015, Trump anunció sus intenciones de contender en la carrera rumbo a la Casa Blanca. El “destape” causó extrañeza entre la clase política norteamericana, porque fue observado como un ciudadano de poca o nula experiencia política.

Y fue precisamente su corta trayectoria en esta materia lo que le permitió irrumpir al neoyorquino en los espacios informativos y de análisis, mediante un discurso crítico, ofensivo o mordaz hacia el establishment de Washington, así como a gobernadores e incluso, a países como México y China.   

Planes y estrategias

Además de su beligerancia, logró estructurar un mensaje simple, claro y entendible para un sector importante de la población de la unión americana, sobre todo a los anglosajones de clase media y baja con niveles básicos de escolaridad.

Cuando Donald Trump inició su travesía política, no figuraba en las encuestas de conocimiento o popularidad entre los aspirantes del Partido Republicano, ya que se situaba en el undécimo puesto, muy por detrás de quien en ese momento lideraba las preferencias, el ex gobernador de Florida, Jeb Bush.

Rumbo al triunfo

Más tarde, el heredero de la dinastía Bush fue desdibujándose y quedando rezagado en dicha competencia; sin embargo, dos actores de la nueva generación de políticos estadounidenses entraron a escena y complicaron -en un inicio- el camino de Trump, Marco Rubio y Ted Cruz.

Ambos senadores de origen latino buscaron hasta el final la nominación republicana; no obstante, la buena estrategia de confrontación y contraste empleada por Donald Trump, principalmente en los debates, le dieron resultados positivos.

La batalla campal

Con la candidatura obtenida, el siguiente paso fue la Presidencia, donde tuvo como rival a la exprimera dama Hillary Clinton, quien a pesar de contar con todo el apoyo de la maquinaria gubernamental y del bando Demócrata, no logró conseguir los 270 votos necesarios del Colegio Electoral para instalarse en la Avenida Pennsylvania, número 1600, lugar donde se encuentra la Casa Blanca.

De regreso

Para 2008, Estados Unidos sorprendió al mundo eligiendo por primera vez en su historia a un mandatario de color (Barack Obama), lo cual fue visto como una muestra de apertura, tolerancia y quizá, el final del racismo que por décadas había prevalecido en ese país; empero, la victoria de Trump en 2016 es sin duda un retroceso, pues él encarna lo contrario.  

El “gigante” mundial que está constituido por gente de varias nacionalidades, ahora quiere cerrar sus fronteras y expulsar a quien permanezca de manera ilegal en su territorio, el imperio que pugnó por la economía de mercado y la libre empresa, ahora quiere separarse de varios acuerdos comerciales internacionales.

Lo anterior, son algunas de las propuestas del nuevo presidente de las barras y las estrellas. El futuro es aún incierto porque todo lo que suceda y deje de suceder en ahí repercutirá tarde o temprano en cualquier rincón del planeta.

Cuatro años de Donald Trump nos esperan, asimismo, la incredulidad, incertidumbre, desconfianza y el temor nos invaden; hoy como nunca,  la llegada de este personaje preocupa a todos y no es para menos, debido a que la “CatásTrumpFe” es más que evidente.

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