La homofobia, al contrario de lo que dicen las bienintencionadas campañas en su contra, no es una enfermedad. Si así lo fuera, una patología, propugnaríamos por su cura, su vacuna, su tratamiento gratuito en el sistema nacional de salud.

Pero la homofobia es una práctica, consciente o inconsciente, siempre educada y transmitida por la familia, las religiones, la cultura, los medios y el mercado. Es, a decir de Ricardo Hernández Forcada: “un prejuicio que atribuye características negativas a las personas por el solo hecho de ser o tener conductas homosexuales, o bien relacionadas con la homosexualidad (…) de acuerdo con ciertos estereotipos cultural y socialmente generados, que por sí mismos denotan una asignación arbitraria y por tanto prejuiciosa”.

O sea, la homofobia (y sus variantes, lesbofobia, transfobia, bifobia…) no es una práctica que necesariamente afecte solo a un grupo social específico (el de la disidencia sexual)si no a toda la sociedad en su conjunto.

Pongo un ejemplo.

Don Benajmín es un señor muy macho. Muy. Muy hombre, dice él y un día está con su hijo Benajmín Jr. de 6 años en el parque. Por ahí va pasando Xavier. Xavier es un chico gay, al que le gusta que se le note, que no haya duda de su identidad: es amanerado, profundamente afeminado, viste con ropas andróginas y no disimula, porque no le interesa disimular lo que no es.

Don Benjamín, al verle pasar por dónde el está, estalla en rabia. Se le para enfrente y dice viéndolo a los ojos: pinche puto. Manfloro de mierda, ¿por qué te paseas así? Disimúlalo un poquito, aunque sea.

Le mete un empujón.

No tienen madre los de tu especie. Enfermos.

Lo vuelve a empujar. Le grita.

¡Largate! ¡No ves que hay niños en el parque! Pinches inconscientes, carajo.

Lo despide con una patada en el trasero.

Don Benjamín se acomoda la camisa, el cabello y toma de la mano a Benajmín Jr. para irse de ahí.

No le dice una palabra a su hijo, pero le dice todo, lo educa.

Don Benjamín le dice, sin hablarlo, al pequeño que cuadno vea a alguien como Xavier por la calle, él puede ser grosero, profundamente violento, porque sí, porque la gente como Xavier le molesta a la gente como Benjamín.

Pero le dice otra cosa con su ejemplo, tal vez más dura: “Si tú eres como Xavier, entonces en tu camino te encotrarás con alguien como yo”. 

Así opera, y así del chiste de maricones, pasamos a las ofensas en la calle, a la negación de derechos: “la gente como tú no puede trabajar en un lugar como éste”.

“Sí te doy el trabajo pero tienes que venir vestido de hombrecito y te llamas Juan no Jennifer”.

“No se pueden casar dos lesbianas”.

“Tiene que venir un pariente, no me importa que lleven 20 años juntos”.

“No, las parejas gay no pueden compartir sus puntos del Infonavit”.

Se institucionaliza la práctica y se hacen leyes no escritas, no se consideran condiciones de género y finalmente, los crímenes que personas como don Benjamín cometen, no se resuelven.

La homofobia hace víctima a todas las personas, es una manera de relacionarnos: “poco hombre”, “mariquita”, “no seas nena”, “puto el último”, “no me salgas con mariconadas”, “se arregla mucho, qué se me hace”.

¿Las has dicho? ¿Te lo han dicho?

¿Se acuerdan del debate de los entonces candidatos a gubernatura de Puebla, Javier López Zavala y Rafael Moreno Valle?

Zavala, en un acto vil, usó un comentario homófobo para referirise a su adversario, refiriendo que había “cambiado de partido y de sexo”.

Todos, quiero reiterarlo, podemos ser víctimas de la homofobia.

Hubo una activista que ante ese hecho, que la ofendió sobremanera, puso una queja en Conapred contra López Zavala para defender al ofendido silencioso, porque el comentario no sólo agravió al ahora gobernador sino a toda la sociedad, quiero pensar.

Esa activista que dio la cara por Moreno Valle fue Agnes Torres Hernández.

Por eso no dejo (dejamos) de insistir en que en Puebla hacen falta acciones reales desde las políticas públicas para combatir la homofobia. Tener un día decretado por el ejecutivo, con un acto público (como en muchas ciudades del país), con actividades programadas, con un liderazgo desde el gobierno; contar la publicación y la puesta en operación de la Ley contra la Discriminación en el estado, son cosas que se hacen urgentes. Necesarias. Discrimianr también es no hacer nada ante el fuego que consume, omitir. 

Sería una buena manera de honrar a Agnes, por ejemplo. Pero también una acción afirmativa a favor de las muertes y los agravios cometidos históricamente contra la población LGBTTTI en el estado.

El 17 de mayo está cerca. La decisión está en las manos del equipo del gobernador y de él mismo sobre si el tema se incorpora en la agenda de los derechos humanos o sigue siendo una agenda de los que, a pesar de todo, nos indignamos ante cualquier acto de discriminación y actuamos en consecuencia, sin importar quién sea el destinatario. El 17 de mayo está cerca, y como cada año, el Comité Orgullo Puebla llevará a cabo su jornada contra la homofobia.

¿A las instituciones les interesa incluirse?

Por cierto, la reforma a la Ley Federal contra la Discriminación, publicada recientemente, incluye a la homofobia como una práctica considerada discriminatoria como la xenofobia o el antisemitismo.

Brahim Zamora Salazar es ciudadano y trabaja como director de Comunicación, Planeación y Capacitación del Odesyr AC (Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos AC) su tuíter es:

@elinterno16