Despierto.

Prendo la radio y un spot bienintencionada de la Suprema Corte de Justicia de la Nación habla de “…aquellas personas que deban ser juzgadas con perspectiva de género”.

Esperen, ¿que no la perspectiva de género debe ser transversal a todas las políticas públicas, acciones de gobierno y leyes? ¿entonces hay personas que NO deban ser juzgadas bajo esta perspectiva?

Ups.

Creo que alguien en la Corte no ha entendido nada sobre el género y aplicar su perspectiva a la hora de juzgar. Porque ciertamente no se trata de juzgar diferenciando a mujeres de hombres, sino de contextualizar sus realidades desde el género.

¿Y el Instituto Nacional de las Mujeres ya le hizo ver su pifia a la SCJN? Al parecer no.

Ese es el problema del Modelo de Equidad de Género con el que tienen que cumplir todas las dependencias públicas de este país: se ha convertido en un discurso muy bonito pero incoherente a la hora de aplicarlo; se siguen las guías planteadas por el propio Inmujeres, se certifican pero la verdad es que el género como marco de análisis, contextualización y punto de partida se queda en el papel.

Género es igual a mujeres en el imaginario nacional.

Los problemas de ellas, los asuntos de ellas, los derechos de ellas.

Y no, el género y teorización nos sirven precisamente para pensar en las diferencias entre hombres y mujeres, en los sistemas de poder y en el refrendo de estigmas culturales que permiten la opresión y la determinación de roles opresivos, también.  La desigualdad.

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Ayer anduve caminando por el parque lineal de la zona de Angelópolis. Me sorprendió que este parque de puentes y vías altas termine en un Centro Integral de Servicios, porque pues uno va a hacer trámites con premura y prisa, es raro, mucho, encontrar a una persona que tenga ganas de hacer el pesado paseíllo que implica subir por las rampas y rodear disfrutando de la vista cuando lo que quiere es pagar el agua, por ejemplo, para irse a hacer la comida. No hay otra alternativa para quienes quieran cruzar la Atlixcáyotl si llegan en transporte público del norte hacia el sur.  O sí, torear autos por la avenida. Suplieron un puente peatonal directo, por uno que implica no sólo caminar más, sino cuyos accesos empinados lo hacen muy pesado.

¿Y si esa persona es además una anciana, que usa bastón, por ejemplo? ¿O llega en silla de ruedas?

¿Dónde queda pues la funcionalidad real frente a la estética urbanística? ¿de veras no compaginan ni se incluyen? Yo creo que sí.

La cosa es pensar en la otra persona. La que no es como yo y no sólo en mí a la hora de convertir un proyecto en realidad.

Esperemos que la gente no decida cruzar corriendo para ahorrar minutos valiosos en el trámite. Esperemos sensibilidad para que no tenga que morir nadie antes de que construyan un puente alterno para la gente que no va a pasear por la zona.

Sí, esta ciudad también tiene habitantes con vidas cotidianas, no nada más turistas.

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¿Y usted cada cuánto se estaciona en un lugar marcado y designado para una persona con discapacidad, embarazada o mayor? ¿Le da pa’l chesco al vieneviene del estacionamiento para que le permita mover sus nalguitas lo menos posible?

¿Y qué hace cuando alguien lo hace?

Esos lugares que ansiamos y casi siempre vemos vacíos están ahí para una población que los necesita y puede llegar a ocuparlos. Pero no nos importa porque “no nos tardamos nadita”. Porque hay otros siete, porque ni nos dimos cuenta. Porque así es, nos interesamos poco por la persona desconocida, por el otro, ese que no soy yo, los de la mala suerte, el mal designio.

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¿Cuántas personas, digamos, transexuales o transgénero emplea usted señor empresario?

¿En cuántos negocios, tiendas, talleres, oficinas, vemos personas trans laborando libremente, vestidas libremente, actuando libremente, con compañeros de trabajo sensibilizados y empáticos?

¿En su empresa, oficina, compañía cuántas personas trans trabajan?

¿Y se ha preguntado por qué no?

¿O ni siquiera lo había pensado?

¿O no me diga que ni siquiera sabe de qué le estoy hablando?

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¿Qué palabra prefiere para ofender? ¿Indio, puta, naco, marica, joto, vestida, nena, prole, asalariado?

¿O las usa según la ocasión?

Hablar de la inclusión, es hablar más bien de la exclusión, de los actos cotidianos de discriminación o, al menos, de incomprensión de las realidades que se viven en el día a día. Pensar que no tenemos nada que arpenderle a quien es diferente a uno mismo.

Este espejo opaco en el que no nos gusta vernos, pero que verbalizamos cada día, porque ya no sabemos qué es lo que no es ofensivo (no es que tenga nada contra ese tipo de gente, pero…). Somos una patria de personas excluyentes, aferrándonos a la tabla de naufrago que la hipocresía nos ofrece, ahogándonos de uno en uno, sin darle oportunidad a la reflexión y al aprendizaje. Sin pensar en el viejo derecho ajeno… y la posibilidad de vivir de otro modo.

Brahim Zamora Salazar es ciudadano y trabaja como director de Comunicación, Planeación y Capacitación del Odesyr AC (Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos AC) su tuíter es:

@elinterno16