En toda competencia electoral los candidatos y partidos deben tomar en cuenta que la derrota es una posibilidad latente, pero cuando ésta se conoce con antelación, no sólo indica que su estrategia es errónea, sino que es el presagio de una crisis mayor, una debacle.

La política es una actividad que da y quita el poder, asimismo, fortalece a los más grandes y extingue o debilita a las fuerzas minoritarias (muchas veces contrarias al sistema) y es muy difícil que una agrupación pase repentinamente de un extremo a otro, aunque hay casos excepcionales.  

Error tras error

Uno de estos ejemplos es el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el cual se autodefine como la “izquierda progresista”, pero que de 2015 a la fecha ha caído de una manera estrepitosa en las preferencias de los votantes, al tiempo que sufre una fuga masiva de militantes.

Si bien el llamado “sol azteca” ha sorteado varios obstáculos a lo largo de su historia, el 2018 podría ser el peor año de este instituto político, pues de las nueve gubernaturas que están en disputa, sólo parte con ventaja en tres estados (Guanajuato, Puebla y Veracruz), según la encuesta realizada por la firma Opinión Pública Marketing e Imagen, difundida en abril pasado por el sitio de internet SDP Noticias.

Cabe señalar que en dichas entidades, el PRD va coaligado con el Partido Acción Nacional y Movimiento Ciudadano; no obstante, su respectivo abanderado (o abanderada como en el caso de Puebla) es militante del blanquiazul, por lo que, en caso de triunfar, el panismo llevaría “mano” al momento de conformar esos gobiernos.

Retroceso y más

En el terreno legislativo, el escenario se torna oscuro para el perredismo, ya que las últimas mediciones arrojan que, independientemente del resultado de la elección presidencial, éste pasaría de ser la tercera fuerza política en el Congreso de la Unión a la sexta.

Consulta Mitofsky (mayo 2018) estima que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) obtendría el mayor número de diputaciones federales (entre 115 y 142), seguido del PAN (94-116), PRI (54-72), Partido Encuentro Social (44-66), PT (36-54) y el PRD (35-49).

Por su parte, en el Senado la situación no es distinta, según la empresa demoscópica Suasor, ubica a Morena en el primer sitio con el 26 por ciento (%) de las preferencias, al PRI con 22.2%, al PAN con 18% y la cuarta posición es ocupada por el PRD con 3.8%.

La autodestrucción

Fundado en 1989, como producto de la fusión de los partidos de corte socialista y comunista, el PRD fue por muchos años una verdadera opción para millones de mexicanos que vieron en él, la vía para acceder al cambio. Con el paso del tiempo, la corrupción, lo antidemocrático, el mal desempeño de sus administraciones municipales y estatales, así como las pugnas entre los diferentes grupos que lo integran (denominadas “tribus”) aceleraron su descomposición.

El 1 de julio –de acuerdo con la estadística- será el día que marcará la nueva realidad del PRD y lo colocará, no como un protagonista, sino como un simple espectador en el ámbito legislativo y lo más grave, perderá sus pocos bastiones (Ciudad de México, Morelos y Tabasco).

Las “predicciones” electorales en 2018 obligan al PRD a transformarse y mejorar en todos los aspectos si quiere sobrevivir, es decir, no perder el registro en los comicios intermedios de 2021; de lo contrario, mutará hasta mimetizarse con Morena.  

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