“Todo lo que empieza, debe terminar”, señala una de las máximas políticas que permanece vigente, sobre todo en tiempos electorales como los que se viven en  México.

Para entender lo anterior, es necesario analizar la carrera rumbo a Los Pinos, la cual no sólo refleja una lucha por el poder, sino también, el ascenso de unos, el estancamiento de otros y la debacle de pocos, esta última aplicable a Margarita Zavala.

La mujer que hasta 2016 figuraba en los primeros lugares de las mediciones para ser la abanderada del Partido Acción Nacional (PAN), anunció la declinación de sus aspiraciones por la vía independiente, por la inequidad, dijo, de la contienda (poco acceso a los spots de radio y televisión, restricciones para el financiamiento de la campaña y el poco espacio de aparición en la boleta).

¿Dónde comenzó todo?

Con el anuncio de la exprimera dama, el 17 de mayo de 2018 será una fecha recordada por el fin del “Calderonismo”, esa corriente política al interior del PAN que nació formalmente hace catorce años (29 de mayo de 2004) en el “destape” presidencial de Felipe Calderón (esposo de Margarita), durante una reunión con políticos y empresarios, efectuada en el rancho Las Palmas, en el estado de Jalisco.

Lo que parecía ser una ocurrencia y una rebelión del entonces secretario de Energía contra su jefe (Vicente Fox), terminó por ser una buena jugada que le permitió obtener el apoyo de la mayoría de sus correligionarios, participar y ganar el proceso interno del blanquiazul (2005) y ser cobijado por el mismo para las elecciones de 2006.

Tras derrotar a Andrés Manuel López Obrador, Calderón arribó al Ejecutivo Federal; asimismo, controló el PAN a través de la imposición de dirigentes nacionales (César Nava o Germán Martínez), estatales, municipales y por supuesto, de candidatos a legisladores, presidentes municipales y hasta gobernadores.

Principio del fin

El “Calderonismo” creció durante buena parte de ese sexenio; sin embargo, el primer “gran golpe” lo recibió en 2010 cuando trató imponer a uno de los suyos (Roberto Gil Zuarth) en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) para el periodo 2010- 2013, quien finalmente perdió ante Gustavo Madero, un chihuahuense que encabezó la resistencia y el descontento panista hacia el entonces mandatario.

Para la recta final de su administración, Calderón recibió el segundo “gran golpe”, esta vez a manos de Josefina Vázquez Mota, una panista tradicional, quien venció a su “delfín” (Ernesto Cordero) en la disputa interna rumbo a los comicios de 2012.

La debacle

Alejados de los reflectores, tanto Felipe Calderón como Margarita Zavala se dedicaron a mantener y fortalecer a su grupo; no obstante, vieron cómo el “Maderismo” se nutría e impulsaba a un personaje–cuasi- desconocido: Ricardo Anaya Cortés, un joven avecindado en Querétaro con poca trayectoria política, pero con el arropo necesario de Gustavo Madero pudo ser designado secretario general del CEN y después, ser electo como líder nacional.

Desde su llegada en 2015, Anaya tuvo un doble propósito, comandar al PAN y obtener a toda costa la nominación presidencial por ese instituto, aunque en el camino tuviera que desbancar a figuras con mayor trayectoria como Rafael Moreno Valle (ex gobernador de Puebla) y la propia Zavala.

¡Adiós al “Calderonismo”!

En octubre de 2017 el “Calderonismo” dio su primera señal de extinción con la renuncia de Margarita Zavala a su militancia azul y la posterior designación de Anaya como candidato presidencial de la coalición integrada por el PAN-PRD-MC en 2018.

La aventura independiente de Zavala -y de su esposo- para tratar de regresar al poder duró, con respecto al aval del INE, un mes con diecisiete días, tiempo en el que no logró “despegar” en las encuestas ni conformar una base sólida de votantes, pero sí, terminar con catorce años de una corriente que será recordada por la obsesión y no por su vocación democrática.

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