El pasado viernes primero de julio se externó la voluntad por rescatar el cauce del Atoyac. Municipio y representantes de la sociedad civil acordaron su saneamiento en un periodo de 15 años, pero no es la primera vez que la “voluntad” aparece para esta causa.

A principios de los noventa, se comenzó la instalación de tubería colectora de los vertederos hacia su cauce, a su paso por la colonia Agua Azul; la idea de ese entonces era extender esta red por todo su margen para disminuir su contaminación por aguas grises, pero después de meses de trabajo, el proyecto quedó incompleto.

Tiempo después, a mediados del inicio del milenio, se habló fuertemente de rehabilitar el lago de Valsequillo e incluso hubo una reapreciación del valor de las propiedades en la zona, pero al ser desemboque del río Atoyac, implicaría en primera instancia la contención de su contaminado arrastre y su plan “integral” quedó sólo en palabras.

Esta vez, la presión para voltear a ver al río ha tenido voz por más de dos años, mismos que no han estado ajenos a silenciadores burocráticos o de interés político, como la constante de solicitar estudios para hacer una “determinación precisa de la salud del río”.

Pero no nos distraigamos: estos estudios ya existen. Hace años que la UAM Azcapotzalco, Greenpeace y la BUAP, generaron datos que van más allá de la composición del agua corriente y es información que denuncia también un serio problema de salud en el aire que respiramos cerca de él, de cultivos insalubres y hasta de economía de la cuenca.

Y aquí pienso en una frase pronunciada ayer por Christiana Figueres de Acción Climática ONU: “El cambio climático es la mayor de las injusticias de este siglo”. Sí lo es porque la voluntad ha estado supeditada al interés. A voces “especialistas” que por ejemplo, han cuestionado la veracidad del cambio climático y que en ese contexto, perdemos tiempo valioso.

Esta falta de voluntad también se ve acompañada por casos de corrupción, al conocerse que existen permisos otorgados a empresas para que por medio del drenaje municipal, descarguen sus residuos tóxicos, los cuales terminan en el afluente, tal como mencionó Germán Sierra, delegado de CONAGUA en Puebla: “"A CONAGUA Puebla le interesa que se cumpla la ley, para abonar a la obligación ética y moral con la salud y el medio ambiente", comentó.

De igual modo, hace falta mano dura de autoridades a las que les compete el tema como PROFEPA, órgano que por periodos ejerce suspensiones o amenazas de clausura pero que luego debilita esa coerción que es lamentable pero necesaria para que las empresas busquen una solución real.

En esta ocasión, con el entorno en el que se formó este órgano, es la oportunidad para dejar de hacer lo que en los mercados de carbono se considera como ‘business as usual’ (lo que es mandatorio por regulación) y que el saneamiento del río no se quede como un proyecto deslumbrante, sino que realmente se permita a quienes efectivamente puedan tener una posible solución, el espacio para ponerla en práctica y no que dependa de filiaciones o de vicios y abusos.

De esta forma, se podrá cumplir el objetivo de restauración del medio ambiente y protección de la salud de la ciudad, como acotó el alcalde Luis Banck: "Rescatar al río Atoyac es tema de respeto al medio ambiente y sustentabilidad. Su salud es en gran medida la salud de la ciudad".