Debo confesar que, debido a que vivo en Cholula y que mi cuadrante de movilidad dentro de la ciudad se limita al sur poniente, no vivo diariamente las consecuencias de las obras que se realizan actualmente dentro de ésta; más allá de un leve congestionamiento al final de la recta, debido a la monstruosidad del distribuidor vial, no pasa. Sin embargo, la semana pasada, por cuestiones de trabajo tuve que trasladarme varias veces a la zona de desastre y mi experiencia me llevó a preguntarme acerca del efecto psicológico que el caos vial tendría en los habitantes que diariamente tienen que sufrir lo que yo sufrí durante esa semana. Entre la frustración de no encontrar verdaderas rutas alternas para llegar a mis destinos, el calor, el polvo, la frustración de los otros automovilistas, de los peatones, de los usuarios del transporte público y sus respectivos choferes y los recordatorios constantes de mi madre, llegué a la conclusión de que el estrés tan aumentado en los ciudadanos no puede llevar a nada bueno.

Leyendo algunos estudios realizados en distintos países, encontré que se ha comprobado una estrecha relación entre el congestionamiento vial y los altos niveles de estrés que presentan los habitantes de grandes ciudades, así como las consecuencias sociales, económicas, laborales, etc. que esto conlleva; incumplimiento de horarios de trabajo, padres que llegan a casa mucho más tarde de lo habitual y con un estrés acumulado que puede terminar en violencia física o psicológica hacia su cónyuge o hijos, gasolina y tiempo perdido, por mencionar algunas. Al analizar textos como el de Enrique Sáiz Vicente, Mauricio Chisvert Perales y Rosa Bañuls Egeda del Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial (INTRAS) de la Universidad de Valencia o el de Ian Thomson y Alberto Bull de la Unidad de Transporte, División de Recursos Naturales e Infraestructura de la CEPAL de Chile me pregunté si nuestras autoridades se han puesto a pensar en los terribles efectos sociales que generan sus obras públicas. Mi respuesta inmediata fue ‘por supuesto que no’. Sin embargo, es su chamba también; velar por el bien común de sus ciudadanos ¿o me equivoco?

Con su famosa frase de ‘Las Molestias Son Temporales, Los Beneficios Para Siempre’, el gobierno del estado piensa que los efectos de dichas molestias se verán disminuidos y se lavan las manos, como los políticos de antaño. ¿En verdad piensan que porque a ellos no les interesa el desarrollo sustentable y a largo plazo, los ciudadanos vamos a creernos su propaganda como antes? ¿Beneficios para siempre? ¿Acaso no han oído del fenómeno del tráfico inducido? Aquí una definición que viene en el trabajo de Luis Miguel Galindo, David Ricardo Heres y Luis Sánchez, Tráfico inducido en México: contribuciones al debate e implicaciones de política pública: “El tráfico inducido es el incremento sustancial en el tráfico que ocurre después de la apertura de una vía rápida o de la ampliación de una vía existente. El incremento se debe a que cuando aumenta el espacio de vialidades, disminuye momentáneamente el tráfico y resulta entonces atractivo para más automovilistas utilizar la vía”. ¿Lógico no?

En la investigación de estos tres hombres, se explican las consecuencias de este fenómeno que se traducen en altos costos sociales, mismos que nuestras autoridades no toman en cuenta al momento de tomar decisiones. Ellos nos dicen que de “incluirse en el precio los costos sociales del transporte público y el privado, un transporte público de calidad y seguro sería una opción muy atractiva incluso sin un subsidio directo. Si se reconociera la presencia de estos costos sociales en las políticas de transporte y en la construcción de la infraestructura vial se daría un avance importante hacia un crecimiento económico sustentable”.

Además de estos costos sociales, ellos hablan del impacto ecológico que representa la construcción de nuevas vialidades que fomentan el uso de automóviles privados y que logran generar un círculo vicioso entre ambos.

Todos estos autores concluyen que la vía para evitar estos costos sociales y ambientales es la mejora del transporte público, tema muy abandonado por nuestro gobierno que piensa que con la apertura de RUTA, un modelo de transporte mal copiado de los colombianos, sería suficiente para el desarrollo de Puebla. Todas las investigaciones demuestran que la ampliación vial genera en el corto plazo una mejora que tiende a deteriorarse con el tiempo y sugieren una seria evaluación de esta supuesta mejora con referencia a los costos que implica en el largo plazo una opción de desarrollo urbano que privilegia el uso del automóvil particular como medio de transporte, en contraposición a otras alternativas, como lo han hecho países desarrollados como Alemania y Japón.

Si queremos beneficios para siempre, como nos dice el gobierno tenemos que comenzar a pensar a largo plazo y dejar de deslumbrarnos con puentes y avenidas de concreto asfáltico que, además de pagarlas caro monetariamente por los ‘pactos’ que hacen nuestros políticos bajo la mesa, los pagamos mucho más caro en cuestiones psicológicas, de estrés, salud, productividad, medio ambiente, verdadero progreso y, sobre todo, en la calidad de ciudad que le dejaremos a nuestros hijos.