Nuestro poderío físico, nuestro equilibrio emocional y mental están condicionados por lo que comemos y por lo que nos rodea: nuestro entorno. Por eso la forma como afrontamos los desafíos de la vida depende de una manera determinante de lo que comemos, ya que la elección de lo que comemos depende de nosotros y otras cuestiones externas nos vienen impuestas.

El azúcar al ser un producto refinado por lo tanto carente de elementos protectores como vitaminas, minerales y oligoelementos, para ser metabolizado, roba de la reserva alcalina de nuestro cuerpo. Cuando se metaboliza produce una reacción acidificante, por lo que nuestros órganos como el cerebro, los riñones, los huesos echan mano de los minerales de reserva para neutralizar la acidez. Resultado: desmineralización. Nuestros huesos y nuestros dientes nos lo van a recordar.

Debemos saber que, en la salud, la condición de nuestra sangre es ligeramente alcalina. Cuando esta condición de alcalinidad se altera sobrevienen además de la descalcificación, el cansancio tanto físico como mental y muchos más desórdenes como veremos en los próximos post.

Cuando tomamos azúcar sentimos una reacción de bienestar, de euforia producida por una elevación del nivel de glucosa en la sangre. Yo les cuento a mis pacientes que el efecto es como el de los fuegos artificiales, es decir, hay un fogonazo que dura escasamente un instante, ya que a continuación el páncreas produce gran cantidad de insulina y sentimos el “bajón” con la consiguiente reacción de ansiedad y de malestar que nos lleva de nuevo a necesitar tomar más azúcar. De modo que nuestro estado de ánimo oscila como la montaña rusa y en vez de controlar nosotros nuestro estado de ánimo, ocurre a la inversa y dependemos del azúcar como de cualquier otra adicción para “sentirnos bien”.

Además de la falta de control sobre nuestro estado de ánimo, están la depresión, la falta de rendimiento escolar, el síndrome del déficit de atención… La comprobación es muy simple: hacer la prueba de no tomar azúcar en ninguna de sus formas y comprobar los resultados. Debemos saber que el consumo de azúcar ha pasado de 2 kilos persona/año en 1910, a más de 50 kilos persona/año en la actualidad.

Como el azúcar se almacena en forma de grasa en nuestro organismo y su consumo es muy elevado en la actualidad, es uno de los productos que más contribuye a las enfermedades cardiovasculares, angina de pecho, trombosis, infarto.

Hay estudios que muestran como la capacidad defensiva de los leucocitos disminuye cuando tomamos azúcar, dicho de otro modo, el azúcar baja las defensas.

Necesitamos tomar dulce en nuestro plato, pero debe ser dulce y no azucarado, lo dulce es el resultado de comer cereales integrales debidamente masticados y de tomar verduras como las cebollas, zanahorias, frutas neutras, pasas o compotas y mermeladas elaboradas sin azúcar, sorbitol, fructosa u otros aditivos.

Cuando algunas campañas publicitarias decían hace unos años que “el cerebro necesita azúcar” se estaba haciendo una tergiversación intencionada para vender, porque azúcar es una palabra genérica y vale igual para referirse a la glucosa proveniente de los alimentos integrales y biológicos o a la glucosa proveniente de un polvo blanco que no ha existido en la naturaleza hasta el siglo XIX, la sacarosa. ¿Cómo entonces han existido las grandes figuras de la historia, los grandes médicos de la antigüedad, los grandes artistas de renacimiento, los grandes científicos del pasado si no tomaron jamás azúcar?
Así pues, te invito a que realices cambios en tu alimentación donde poco a poco dejes lo azucarado para mejorar tu calidad de vida.

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• Dr. Alejandro Domínguez
• Medicina Biológica y Medicina Regenerativa
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