Cuando se entera de que tiene una enfermedad terminal, Tadeo, un mago callejero, decide saldar
cuentas con su pasado. Siempre acompañado por su asistente Félix, invidente involucrado en el
tráfico de drogas en barrios miserables, convierte su travesía cotidiana en una búsqueda de perdón,
solidaridad y reconciliación. Enfrenta el remordimiento por la muerte del que fuera su mejor amigo;
recupera sus recuerdos como fotógrafo de la farándula, y se reencuentra con Raquel, el amor de su
vida. Cuando cree haber pagado sus deudas, con la ayuda de Morgana, vecina y cómplice, Tadeo lleva a
cabo un último acto de magia que transformará el sentido de los últimos días de su vida.
Opinión
Al ver las primeras imágenes de esta película, que con cámara en mano nos muestran la actuación de
mago callejero y su asistente ciego, pensé: "Lo que me faltaba, otra de lumpenturismo." Estaba
equivocado. La ópera prima de Jaime Aparicio es sin duda la mejor película mexicana en lo que va del
2005, m� ...
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Al ver las primeras imágenes de esta película, que con cámara en mano nos muestran la actuación de
mago callejero y su asistente ciego, pensé: "Lo que me faltaba, otra de lumpenturismo." Estaba
equivocado. La ópera prima de Jaime Aparicio es sin duda la mejor película mexicana en lo que va del
2005, más sorprendente aún porque aborda la cultura del barrio de una manera honesta, sincera, sin
caer en el oportunismo de tantas otras.
La sinopsis dice poco del valor de esta cinta. Es la historia mil veces contada del sujeto que
descubre que tiene una enfermedad terminal y que intenta poner sus asuntos en orden antes de
despedirse de este mundo. Es un argumento que ha servido para todo tipo de melodramas moralistas,
jaladas dizque de vanguardia, mamotretos "de arte y ensayo", etc. Pero los clichés llegan a serlo
porque contienen algo de verdad, independientemente del uso que se haga de ellos, y en este caso
Jaime Aparicio supo hacer de El Mago una aproximación inteligente a dicho lugar común.
Si el cine popular mexicano, desde el género arrabalero de los años 50 hasta el videohome de los 90,
ha optado por usar al barrio como un escenario circense, donde las vecindades hacen las veces de
carpa, donde según la época las calles fungen como escenario de boleros o de burlesque, El Mago le
saca la vuelta a esta tradición con un naturalismo que ya quisieran las vacas sagradas del "nuevo
cine mexicano" para un día de fiesta. Mientras que los Ripsteins, los Cazals y los Fons nunca le
encontraron la cuadratura al círculo populachero, Jaime Aparicio retrata las azoteas, los baldíos,
los ejes viales y los cabaretes defequeños con pleno conocimiento de causa.
En su momento las sexycomedias ochenteras se acercaron a esta realidad, pero sin poder resistir la
tentación de idealizarla. No es que los espectadores de este cine realmente creyeran que Rafael
Inclán era un carita que podía traer de nalgas a Lina Santos, Rosario Escobar y Lorena Herrera
simultáneamente, era necesario presentarlo de esta manera para darle a este cine la dosis de
fantasía necesaria en cualquier espectáculo popular. De igual forma, los antagonistas de nuestros
héroes albureros siempre eran caricaturas de los villanos reales que debía enfrentar el pueblo:
policías corruptos e ineptos interpretados por El Flaco Guzmán, funcionarios prepotentes a cargo de
Pedro Weber Chatanuga o burócratas moralistas por cortesía de Sergio Ramos El Comanche.
Tadeo, el protagonista de El Mago, fue uno de los personajes que hizo posible el mundo antes
descrito. Como fotógrafo especialista en vedettes su lente retrató a los mejores culos de la
farándula. Gracias a él miles de mexicanos reprimidos pudieron soñar con Grace Renat, Rossy Mendoza
o Lyn May. Sin embargo, este mismo estilo de vida resultó en la muerte de su mejor amigo, El Tigre,
durante un accidente automovilístico en una noche de juerga, instante que Tadeo logró captar por
casualidad con su cámara.
Esas fotografías han permanecido sin revelar, encerradas en la memoria del ahora mago callejero, y
sólo al enterarse de que le queda poco tiempo de vida podrá Tadeo encontrar el valor para buscar a
Raquel, el amor de su vida, y para solicitar el perdón de Carlos, el hijo del Tigre. Para hacer todo
esto Tadeo cuenta con la ayuda de su vecina Morgana, una joven y guapa madre soltera acosada por su
ex-pareja, pero debe vigilar a su asistente Félix, quien además de ser invidente tiene problemas
para abandonar su antiguo oficio: de vendedor de droga en los picaderos menos lujosos del Distrito
Federal.
Con todo esto en contra Tadeo se prepara para hacer un último acto de magia que involucra su propia
desaparición, pues el antiguo fotógrafo se niega a decirle a nadie que tiene una enfermedad terminal
aunque para conseguir esto deba guardar como un tesoro su propia lápida, con la inscripción "Vine,
hice mi desmadre y me fui". Las diversas líneas argumentales de la película, que por sí mismas
podrían ser un mero pretexto para repetir lo ya dicho por otros cineastas, se conjugan en una
historia que nos habla de un personaje que encuentra en la lealtad a sus amigos la mejor prueba de
que su vida no fue inútil, para cerrar con un bello y ambiguo epílogo en Pie de la Cuesta, junto al
mar que Félix siempre quiso ver.
En rigor, la trama no contiene nada nuevo, ni el lenguaje cinematográfico empleado por Jaime
Aparicio incluye imágenes insólitas. Decir que El Mago es la mejor película mexicana del 2005 -hasta
ahora- tampoco resulta muy impresionante, dado el bajo nivel de las producciones nacionales en los
últimos meses. Pero además de la solvencia que Aparicio demuestra en su primer trabajo profesional
como director y guionista, tenemos un cuadro de actores que dan siempre la nota justa, la única
excepción es una Maya Zapata que por momentos no logra darle a sus diálogos aquel inconfundible tono
de barriada, aunque por otro lado el trabajo de la actriz sea aceptable. Aquí cabe destacar la
presencia de Julissa, que regresa al cine después de 15 años y que se integra perfectamente al resto
del elenco, conformado por ilustres desconocidos.
Hay poco que añadir. Jaime Aparicio no trata de descubrir el hilo negro del lenguaje
cinematográfico, ni se siente la versión mexicana de Tarkovski, ni trata de apantallar con stunts en
el Estadio Azteca, sólo aplica aquella fórmula que los cineastas clásicos ponían en práctica: una
buena historia, bien contada. ¿Hace falta algo más? (POR: Marco González Ambríz) menos«
Actúan
Erando González, Julissa, Gustavo Muñoz, Maya Zapata, Juan Ángel Esparza
Próximo estreno: 30 de
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