En caso de corregir el rumbo antes de los comicios federales de 2018, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) estaría condenado al fracaso, a las divisiones y fracturas internas, debido uno de sus problemas de origen: Su militancia.

Sí, por increíble que parezca, el partido que tiene más posibilidades de convertirse en el triunfador del proceso electoral del año siguiente, está siendo “carcomido” por agentes propios, es decir, por aquellos que simpatizan o participan activamente en él.

Los antecedentes  

Para entender los inconvenientes que enfrentarán en unos meses Morena y su líder, Andrés Manuel López Obrador, debemos remitirnos a la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989, instituto político del cual proviene la mayoría de los ahora “morenistas”.

Conformado hace 27 años, el también llamado “sol azteca”, es el resultado de la coalición de varios partidos de izquierda, como el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), el Partido Popular Revolucionario (PPR), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP) y la Unión de la Izquierda Comunista (UIC).

Si bien estas fuerzas políticas se integraron un año antes (en 1988) al Frente Democrático Nacional y apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República, no fue sino hasta 1991 que el PRD comenzó a cobrar fuerza a nivel local y federal.

Primeras rupturas

A través del tiempo, el PRD fue cosechando éxitos importantes: La Jefatura de Gobierno del Distrito Federal (ahora Ciudad de México) en 1997, 2000, 2006 y 2012; sin embargo, toda esta mezcolanza de grupos y personas fue creando varios liderazgos regionales como el de López Obrador.

El punto de quiebre del perredismo sucedió en 2006, cuando el tabasqueño fue el abanderado de toda la izquierda mexicana (incluyendo al Partido del Trabajo y a Convergencia, ahora llamado Movimiento Ciudadano) a la Presidencia. A pesar de perder esa elección, el poder de convocatoria del originario de Macuspana fue evidente.

Seis años después, AMLO volvió a contender por el mismo cargo, pero ahora con evidentes diferencias de éste con sus aliados, quienes aceptaron todas las condiciones del tabasqueño, entre las que se encontraba la campaña de posicionamiento de la “marca” Morena y no la del PRD.

El adiós

Con la renuncia de López Obrador al PRD en ese mismo año y el posterior registro de Morena como partido político (2014), los planes del otrora mandatario capitalino de cara a su tercera contienda electoral no sólo representan posibilidades reales de victoria, sino un riesgo a futuro.

La desbandada de perredistas y priistas hacia esta nueva organización es masiva; empero, el abordaje al posible “tren del gane” conlleva una eminente ruptura y debilitamiento al interior de Morena y por ende, al gobierno que podría encabezar AMLO.

Figuras “oscuras”

Personajes cuestionados o de dudosa reputación se han sumado a dicho proyecto: El ex secretario de Gobernación, Manuel Bartlett; el ex alcalde de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós y otros, que aún no han formalizado su adhesión, pero que están ahí como Javier López Zavala, ex aspirante priista al gobierno de Puebla y colaborador cercano de Mario Marín.   

Hoy Morena es un estadio de puertas abiertas, donde los filtros para la afiliación e integración no existen. Es cierto que Andrés Manuel López Obrador lidera las encuestas, lo cual es aprovechado por algunos para impulsar sus proyectos políticos individuales.

En política se puede ganar perdiendo y eso es lo que precisamente debe evitar AMLO si quiere tener una administración distinta y más eficiente con respecto a las anteriores. Conseguir el mayor número de votos es importante, pero mantener el libre acceso a Morena, sólo garantiza el principio del fin.

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