Malo, desastroso, rezagado, pésimo, clientelar, corrupto, corporativo, centralizado u opaco, son algunos de los términos con los que podríamos definir al sistema educativo en México, sobre todo del nivel básico.

La educación es (o debe ser) una de las actividades más importantes para el ser humano, pues a través de ésta se adoctrina, enseña o instruyen diversos conocimientos a una o más personas; asimismo, en materia gubernamental debe ser un área prioritaria, porque contribuye al desarrollo y bienestar de un país.

¡Reprobados!

En días pasados, la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) dio a conocer los resultados de la Prueba Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) correspondiente al año 2015, la cual midió el desempeño de los estudiantes de 15 años en tres materias escolares básicas: Ciencia, lectura y matemáticas.

Dicho ejercicio fue aplicado en los 72 países que conforman el mencionado organismo, incluyendo México, que ocupó uno de los últimos lugares (59), aun por debajo de países de la región como Estados Unidos y Canadá, u otros de América Latina como Uruguay, Costa Rica, Colombia o Chile.

Causas y efectos

Por desgracia, el rendimiento de los jóvenes mexicanos en las tres disciplinas está muy por debajo de las naciones mejor calificadas (Singapur, Japón, Estonia, China Taipéi, Finlandia, Canadá y Vietnam). Esta medición ha sido aplicada en nuestro país desde el año 2000, sin que hasta el momento existan avances sustanciales por parte de los alumnos o un cambio de fondo en la política educativa por parte del Estado.

La Prueba Pisa no sólo refleja lo mal que estamos los mexicanos en la materia. Si a lo anterior le sumamos los problemas ligados con este rubro, como los conflictos magisteriales en estados como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas; o las malas condiciones de muchas aulas y planteles a lo largo y ancho de la República, sabremos que no hay manera –en el corto y mediano plazo- de revertir tales resultados.

El fracaso hecho secretaría

Antes de preocuparnos por nuestro lugar en el mundo con respecto al tema o la resistencia de los maestros a ser evaluados, también es necesario criticar a las autoridades locales y federales, específicamente a la Secretaría de Educación Pública (SEP) quien es, sin duda, la mayor culpable del desastre.

Creada en 1921, la SEP es la dependencia encargada de garantizar a todos los mexicanos el acceso a la educación; no obstante, ésta se ha dedicado a “burocratizar” este servicio, más que a mejorar los contenidos y programas de estudio; a claudicar ante el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), más que a mejorar la infraestructura de los escuelas; y a ser un botín político, más que a invertir mejor los recursos económicos.

De intenciones está llena la SEP

Sexenio tras sexenio, los titulares de esa dependencia manifiestan sus intenciones de mejorar el sistema educativo; sin embargo, su actuar ha distado mucho del discurso oficial, porque impartir conocimiento (de calidad) nunca es ni será la prioridad para los gobernantes.

Libros de texto gratuitos con imprecisiones, docentes mal capacitados y pagados, alumnos que son formados para memorizar y no para opinar o fomentar su creatividad. Somos pues, “fabricantes” de robots y no de humanos que razonan y actúan en consecuencia.

En resumen, la educación en México atraviesa por una de sus peores crisis, quizá la Reforma Educativa promulgada hace unos años, comenzará a dar los primeros resultados en cuatro o cinco años, por lo mientras, debemos esperar un lustro con malas calificaciones, más reprobados y menos satisfacciones.

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