Los detalles sobre la recaptura de Joaquín "El Chapo" Guzmán.

(El siguiente es un relato novelesco, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)

Son las primeras horas del sábado 22 de febrero en las costas del Pacífico mexicano. En el número 608-A de la Avenida del Mar en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, se encuentra un edificio modesto llamado Miramar, conformado por 27 suites, ahí, en el departamento 401 sabemos  que está alojado el principal y más famoso narcotraficante del mundo, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera.

La noche era estrellada y un tanto calurosa, nuestros elementos llegaron uno a uno a bordo de camionetas de la Armada y otras de uso común, éstas últimas, con la finalidad de pasar desapercibidos por aquellos trasnochadores que suelen recorrer este destino turístico.

13 años después…

Como nunca antes, teníamos la “gran” oportunidad de recapturar al capo, prófugo de la justicia desde hace 13 años, un mes y tres días, sí, desde aquel escape inverosímil a bordo del carrito de lavandería en el penal de Puente Grande.

Rodeando el perímetro del edificio, desde la Avenida Universidad hasta la calle Río Elota, las Fuerzas Especiales de la Armada iniciaron su labor, la cual hubiera sido imposible sin la ayuda de la Administración para el Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos.

Los drones, la geolocalización del teléfono satelital del presunto delincuente, así como el entrenamiento de este comando de élite, fueron proporcionados por nuestros vecinos del norte, es decir, los servicios de inteligencia, fueron suyos, la ejecución del operativo, de nosotros.

La captura

A las 6:40 de la mañana –aproximadamente- ingresaron los primeros marinos por el único acceso al inmueble y se dirigieron hacia el departamento 602, donde teníamos sospechas de que Guzmán Loera estaba alojado, pero dicho espacio estaba ocupado por dos turistas alcoholizados o quizá, drogados.

Después, llegaron al (departamento) 401 y procedieron a “volar” la chapa e ingresar al mismo, encontrando a uno de los guardaespaldas de “El Chapo” que al ser detenido sin oponer resistencia, fue identificado como Manuel Hoo González. Posteriormente, fueron ubicadas en las habitaciones contiguas, la actual esposa (Emma Coronel), las dos hijas que procreó con el líder del cártel de Sinaloa y dos empleadas domésticas, todas, fueron liberadas minutos más tarde, para evitar que nos acusaran por violaciones a los derechos humanos.

Aún, sin la luz del sol en el firmamento, nuestros seis elementos se dirigieron al último punto por revisar, el baño. En ese lugar se ocultaba el narcotraficante más buscado por los gobiernos de Estados Unidos y México en más de una década y al fin, tras algunos exhortos, Guzmán decidió salir para ser arrestado.

El traslado al Altiplano

Inmediatamente, se informó a nuestros superiores acerca de la reaprehensión de esta persona y la corroboración plena de su identidad.

Con un despliegue de seguridad nunca antes visto en este puerto, trasladamos al detenido en helicóptero hasta el aeropuerto mazatleco y de ahí, en un avión Lear Jet  60 hasta la ciudad de México y después –me dijeron-, viajaría a bordo de un helicóptero Sikorsky hasta el Penal Federal del Altiplano (mejor conocido como Almoloya de Juárez).

Parte de guerra

Dos cosas me llamaron la atención del operativo, la primera es que no hubo ningún cerco de seguridad personal en torno a “El Chapo”, pues aunque estuvimos preparados para repeler cualquier ataque, nunca nos enfrentamos a una acción de peligro real, por lo tanto,, no disparamos. Lo anterior fue un logro que llena de orgullo, digno de presumir ante la ciudadanía.

La segunda no fue tan grata, sospecho que los servicios de inteligencia yanquis “filtraron” la información de dicha captura a la agencia noticiosa Associated Press (AP), la cual publicó en uno de esos mensajes llamados “tuits” alrededor de la 9:54 de la mañana. Estamos indignados, la gloria y el reconocimiento eran sólo nuestros.

De regreso a la realidad

Si bien algunos de los datos presentados son reales, no olvidemos que aún quedan muchas dudas en el aire y que no han sido disipadas por las autoridades. La reaprehensión de Joaquín Guzmán Loera es un paso importante rumbo a la pacificación del país, sin embargo, todavía hay cárteles y delincuentes que perseguir, empero, la coordinación e inteligencia han demostrado ser eficaces en los operativos, como el realizado ese 22 de febrero en el edificio Miramar.