El miércoles decidí asistir a un concierto que se llevo a cabo en el patio de Palacio Municipal; no esperaba mucho, pero por la descripción del evento iba con la intención de que me sorprendieran.

Un amigo me acompaño, se trataba de una tocada de "Niña santa y El aquelarre”, llegamos con treinta minutos de anticipación y, a la entrada, nos recibió un policía cuya actitud de servicio deja mucho que desear, ¿y así quieren que los tomemos en serio?, dijo mi amigo; pero esta desavenencia paso a segundo plano cuando estuvimos dentro, a la distancia adecuada para distinguir los instrumentos y a los músicos.

Demás esta decir que mi mirada, primero, se dirigió al contraste de colores que saltaba a la vista y distinguía a la vocalista y, después, a un segundo contraste, entre la antigüedad de la estructura de Palacio Municipal, sus pilares y arcos de piedra de un tono gris mate, que tanto me gusta mirar, y este color armonizaba de tal manera con las lámparas que irradiaban una luz color ámbar, para crear una atmosfera más que adecuada para sentarse a escuchar buena música.

Y ésta última no se quedo atrás, tuvimos un adelanto de lo que tocarían pues esperamos todavía unos minutos para el inicio del concierto, minutos que los músicos ocuparon para ensayar, y yo para salir a fumar.

El concierto inicio y termino de la misma manera, con la misma canción, claro que aderezada con el uso de una nueva forma de tocarla, además, y no como relleno, de las otras canciones que entretanto escuchamos, cada una mejor que la otra.

En el clímax del espectáculo "Niña santa” comenzó a interpretar una canción que desde el comienzo me transportó, no a otro lugar, pues no quería dejar de escuchar la historia que con notas musicales iba describiendo; inicio tranquila y ligera, alcanzando notas y tonos que se entrelazaban y ascendían en espiral, fluyendo de la misma manera que el nombre de ella, para descender de pronto a una voz apenas audible, y llegar de tal modo a compaginarse cada palabra, que me hizo rememorar una historia contada años atrás por uno mis autores favoritos, José Saramago, en "Las intermitencias de la muerte”, por el modo en que inicio y terminó, pero que llevaba aunado algo más, una sensación muy difícil de explicar con palabras.

En cierto momento, durante unos segundos, cerré los ojos y me deje llevar, podría ahora, después de dicho esto, acercarme a la descripción de lo que provocó en mi dicha canción, era algo parecido a la sensación de estar frente a un espacio abierto, en libertad, sin barreras que entorpecieran mis pasos.

Pero, regresando al espectáculo, verdaderamente me dejo una gran satisfacción pues, llegue esperando escuchar buena música y así fue, pero recibí algo más, que espero los demás asistentes compartan conmigo, y aquellos que lleguen a leer mis palabras tengan la oportunidad de conocer.