“…y qué con aquel nombre que hace eco en quien lo desconoce y en quien lo ha vuelto familiar… y qué con los que lo protegen o quien lo grita a los 4 vientos… y qué con quien lo sueña en las noches… y qué con quien  lo ha vuelto sol de sus días…”   

… fragmento de un poema cuyo título y autor no cabe mencionar en esta ocasión pero es obligatorio decir que llegó a mi mente en el primer instante que quise escribir sobre este lugar.

¿Quién es Valentina… qué está haciendo en Puebla? Es algo no antes visto o que lo debería de haber sido hace tiempo. Es “ella” o es un “dónde”… es todo  eso… diferente.

Valentina Café Chalet con Flores robó mi atención desde el primer momento. No sé si fue por el nombre, que me resulta atemporalmente arrebatador, o por su excelente y limitada promoción en redes sociales. No sé si es por su inmejorable fotografía publicitaria y más que nada… por ser algo que todos mis alrededores (algunos no tan cercanos entre ellos) me han preguntado o tratado de sugerirme siendo ya  un placer adquirido.

Creo que es el resultado de algo que nace con la mejor mezcla: buenas ideas y amor. Esa sincronía que se siente aún siendo espectador distante. Es un proyecto que me habla de pasión, de diseño, de mucho mundo pero principalmente de corazones en sincronía.

Es tan “diferente y tan sí mismo” que casi ni quisiera mencionar sus ofertas de placer líquido, sus propuestas que me fascina sean llamadas “emparedados”, sus postres y ni qué decir del lugar… tan familiar y cálidamente rústico.

Si pudiera decir algo sobre Valentina diría que tiene la textura de un abrazo, suena como Bon Iver, huele a flores frescas y sabe a CAFÉ.

se te antoja?  ... ya fuiste?