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CESE - Centro de Salud Emocional

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Mi dialogo con la muerte...

Publicado: 29 de JUL 2022 en Bienestar y Salud 0 comentarios

Hoy me desperté con un día radiante, hice mi ritual cotidiano y me dirigí a mi consultorio, cuando llegué cheque los expedientes de los pacientes citados, y encontré un folder vacío con el nombre de una nueva persona que me llamó la atención. “Doña Muerte”, y le dije a mi asistente -¿es broma?. Ella me respondió- Para nada- es una paciente que agendó y se oía muy seria.

Comencé a recibir a cada citado, y a las 12.00 hrs. en punto llegó “Doña Muerte”.

Cuando la anunció mi asistente no sabía qué hacer, y menos cómo reaccionar ante la visita de tan importante personalidad!. Pasaron por mi mente todas las clases de Antropología de la muerte en la maestría y los libros que recientemente había leído sobre ella, pero lo que más me creó curiosidad  era lo que yo iba a descubrir sobre la muerte ya que mi maestro comentó: “Sabemos casi nada de la muerte porque nadie que ha muerto se ha regresado a contarnos como es”. Entonces, yo tendría el privilegio de observarla físicamente, escucharla y de preguntarle lo que yo quisiera.

Estaba pensando en todo esto, cuando un escalofrío corrió por mi cuerpo y una terrible frialdad recorrió mi consultorio, y  sin darme cuenta estaba frente a mí, Doña Muerte, así sin más ni más. Vestía de negro, con un sombrero y un velo que solo permitía ver su rostro como una penumbra, no era ni bonita, ni fea, ni alta ni baja, ni delgada ni llena, pero sí muy imponente. Me saludó, su mano estaba fría y sentí como sus largos dedos se resbalaban sobre mi mano.

Me quedé muda, mis ojos se clavaron en los suyos a pesar del velo que cubría su rostro y parecía que podía ver que en lo profundo de su mirada había cierta preocupación, como si necesitara que alguien la escuchara.

La invité a tomar asiento y eligió sentarse un uno de los sillones, y yo me senté en el otro quedando una frente a la otra. El ambiente en la habitación se tornó silencioso y con mucha paz, como aquellos rituales de nuestros antepasados, entre místicos y ocultos, pareciera que me encontraba en un nuevo descubrimiento, como si fuéramos a filosofar.

Me acomodé como en una butaca del teatro, al principio pensé tomar una actitud de terapeuta, y así fue mi posición corporal, pero con esa sensación filosófica, preferí relajarme y disfrutar ese momento tan especial, lo único que pensé en un momento fue : -¡ A ver si no vino por mí!, pero bueno ya estaba ahí y ya ni modo!

Nuestro dialogo comenzó:

- Y dígame Doña Muerte… ¿Qué la trajo por aquí?

- Uuu… Mi trabajo. ¿Sabe qué creo? Que mi trabajo es la fuente de todos mis males. No paro de trabajar.

- Sí,  se le ve en su cara cierto cansancio…

- Cómo no voy a tener esa cara si trabajo desde que aparece el sol, hasta que vuelve a aparecer al día siguiente…. Dígame ¿usted no estaría cansada? Y luego me toca ver y escuchar cada cosa… que para que le cuento.

- Pues precisamente Doña Muerte, usted puede contarme todo lo que quiera, que para eso estoy aquí.

-  Mmmh , no sé ni por dónde empezar…

- Por qué no empieza por decirme ¿qué la aqueja?

- Primero que nada estoy muy molesta porque siempre me ponen apodos. ¿Por qué no llamarme por mi nombre? ¿Tanto cuesta llamarme sólo “la muerte”? Y esos mexicanos, ¡vaya! Que son buenos para poner apodos, si hasta parece que inventan palabras. Que si soy “la siriquisiaca”, “la chirifosca”, “la tenbeleque” La catrina, La afanadora, La amada inmóvil, La apestosa, La bien amada, La blanca, La cabezona, La calaca, La calavera, La calva, La canica, La cargona, La chicharra, La chicharrona, La Chifosca, La china, La china Hilaria, La chingada, La chinita, La chirifosca, La Chiripa, La Chupona, La Chupó faros, La Cierta, La Copetona, La costal de huesos, La cruel, La cuatacha, La curamada, La dama de la guadaña, La dama de velo, La descarnada, La desdentada, La dientona, La enlutada, Doña huesos, Doña osamenta, La estirona, La flaca, La fregada, La grulla, La guera, La hilacha. La hora de la hora, La hora de la verdad, La hora suprema, La huesos, La huesuda, La igualadora, La impía, La indeseada, La hedionda, La jijurria, La jodida, La liberadora, La llorona, La madre matiana, La malquerida, Maria guadaña, La matadora, La mera hora, La mocha, La novia infiel, La más fiel de todas, La Pachocha, La pálida, La patas de catre, La patas de hilo, La patas de hule, La patas de ixtle, La patas de popote, La parca, La paveada, La pachona, La pelona, La pelada, La pelleja, La pepenadora, La polveada, La rasera, La raya, La segadora, La sin dientes, La siriquisiaca, La tenbeleque, La tía de las muchachas, La tía quitería, La tilica, La tilinga, La tiznada, La tostada, La triste, La trompada.…. ¿Qué clase de palabrotas son esas? Luego me andan enjaretando parentela… dicen que soy “la tía de las muchachas” (¿Qué muchachas?), que soy  “la madre matiana” (¿Madre de quien? ¡Si ni hijos tengo!), que “la novia infiel” (¡Ja! Hágame “usted el favor) Pero eso sí, hay otros nombrecitos que me enorgullecen y mucho, por ejemplo el de “la catrina”, “la dama de velo” y por qué no “la Copetona”.

- Bueno Doña Muerte, tenga en cuenta que en México somos muy dados a hacer fiestas y reírnos de todo… ¡Vaya!… le encontramos el buen humor a todo.

-  ¡AH! ¿SI? Pues me vengo enterando además, que una vez al año hacen sátiras sobre mí, “quesque” unas famosas “calaveritas”…. Y mire que los mexicanos se destrampan… Ocupan las dichosas calaveritas para “jugar” a que me llevo a sus enemigos, a los políticos, a los malos vecinos, hasta a los compadres… Pero no fuera enserio porque “estuvieran” llorando.

- Bueno, bueno… como le repito en México somos así, no es nada personal Doña Muerte… ¿Tantos años y aún no lo toma con humor?

- Pues ojala fueran chistosos siempre… Incluso cuando los visito... Fíjese que nadie quiere recibirme. Y menos si aviso mi llegada. Y uno también siente, si uno también tiene su corazoncito… Que si llego de improviso está mal, que si aviso con tiempo también está mal. ¿Pero qué puedo hacer? La chamba, es la chamba.

- Bueno Doña Muerte, entienda que luego llega de formas muy inesperadas, incluso de mal gusto… ¿No puede llegar siempre mientras estemos dormiditos y soñando algo bonito?

- Pero ¿Qué me dice a mí? Dígaselo a mi jefecito, que yo sólo cumplo ordenes… Pero bueno mi hora está corriendo y no tengo tiempo para andar escuchando peticiones…

- En ese caso, continúe por favor.

- OK… Otro asuntito que también me tiene medio triste es que nadie quiere hablar de mí y mucho menos conmigo. Todos me esquivan, prefieren tratar mil temas antes que hablar de mí, que si la política, que si medio oriente, que la economía…  ¿Cómo pueden evitarme si estoy presente siempre y en todos lados? Si no estoy pintada, soy de carne y hue… Bueno dejémosle en que soy de hueso.

- ¡Ay! Doña Muerte no ve que cuesta hacerse a la idea que una vez que usted llega por alguien, ya nunca lo vamos a volver a ver… No la evitamos a usted, sino a la idea de “perder” a alguien.

- Bueno, bueno, ese no es el punto. El punto es que nadie, o casi nadie me quiere cerca… Y digo, si yo fuera discriminadora o elitista o racista, pues lo entendería, pero todo lo contrario. Yo llego por toda clase de gente… No hago distinción entre americanos, europeos, africanos, etc.… No distingo entre su color de piel, no me fijo en si son godos o flacos, altos o chaparros, sanos o enfermos, ni siquiera me fijo en si son santos o de aquellos que parece que traen al chamuco dentro… Yo le entro parejo…

-Doña Muerte qué le acabo de decir… Aquí aplica el típico “No eres tú, soy yo”… No la negamos a usted, sino a la idea de ya no estar nunca más con nuestra persona amada, no nos enojamos por usted, sino por el huequito que deja nuestro difuntito, no le lloramos a usted, sino al vacío que se siente en nuestro corazón. Le tenemos mucho miedo no a usted, sino al cómo va a llegar por nosotros al dolor y al sufrimiento.

- UUH! Así cambia el panorama.

- Así es Doña Muerte. ¿Algo más que quiera agregar en esta sesión?

- Pues por último, y agregando otra cosita a mi lista de pesares, es que nunca tengo tiempo para mí, siempre trabajo, las 24 hrs del día… los 365 días del año. Si yo también me canso. A veces hasta trabajo extra.

-Entiendo Doña Muerte, Que otra cosa le gustaría hacer por ejemplo? Para no sentirse tan agobiada?

-Pues mira, pensándolo bien, esto que hago lo hago con gusto, porque sé que lo que hago tiene siempre un “para que”, y cuando la persona le encuentra un sentido a la muerte de un ser querido, o a la posible muerte de sí mismo, entonces hay un verdadero valor a la vida.

La vida y yo somos compañeros del caminar del ser humano.

Pero  algo que me gustaría hacer para no sentirme tan agobiada es que de vez en cuando se me llamara a dar vida!!! Para compensar, tu sabes!!!

- Y cambiando un poco de tema ¿Qué es lo que más le gusta de la forma en que  México la celebra?

- Los que más me gusta son sus ofrendas. Una vez al año, ponen unas ofrendotas para sus muertitos, llenas de comida, bebida, uno que otro cigarrito; pero sobretodo un pan llamado “hojaldra” mmm…. Para chuparse los dedos. Me gusta pasearme por todas las ofrendas, ver todos sus colores, con esas guirnaldas de papel picado, la flor de cempaxúchitl con su colorido y aroma tan especial, el copal, el incienso,   sirve que me llevo mi “itacate” para todo el año. Y algo que observo es que el mexicano está muy consciente de sus tres momentos de vida: el pasado, el presente y su trascendencia. Y es tan interesante esa mezcolanza de dos culturas, y religiones que  le dan un significado único a mi celebración.

- ¡Vaya! Después de todo, los mexicanos no somos tan malos con usted.

- Pues digamos que sus chistes y bromas sobre mí, se compensan con sus exquisitos platillos típicos… Y sobretodo esos poblanos tienen un gusto excelente en gastronomía… esos famosos chilitos en nogada… uuh!! Son mi perdición.

Pasaron mil cosas por mi mente, ¿Cómo era posible que la muerte, Doña muerte, estuviera ante mi hablando cosas tan triviales, chuscas y naturales, cuando yo pensaba que ya iba a ser famosa por aportar a la filosofía un conocimiento extraordinario sobre la muerte?

No podía quedarme con las ganas de preguntarle lo que tenía yo en mente y lo hice.

-Doña muerte: Ya que está usted aquí quisiera hacerle dos preguntas.

-Dígame, si está en mis huesos se la contesto.

-Si, en mis huesos, soy tan natural como usted, pero dígame!

Tragué saliva, y le dije:

-¿Quién es usted, y porque le tememos?

Mmmmmmmh.

-Soy parte de cada uno de los seres vivos, soy de la forma en que cada cultura, religión, tradición y creencia me quiera ver, soy finita como ustedes, y también ayudo a reflexionar al hombre sobre la vida; soy, fui y seré esa parte necesaria para generar conciencia de ser en el mundo, para que viviéndome puedan darse cuenta de los vínculos que se van creando entre unos y otros y permito que haya trascendencia de generación en generación. Si el hombre no muriera no tendría la capacidad de aprender a amar.

-¿Por qué me temen?, muy sencillo, usted cree que si el hombre fuera consciente de que cada momento pudiera ser el último de su existir, ¿no tendría pendientes que cubrir, ni se tendría que aferrar a las personas, las circunstancias y los objetos de la vida?. Pero no lo hace, quiere perpetuar y dejar todo para después. Por eso no quieren saber de mí, porque yo represento su finitud y precisamente esto me trajo aquí, para que alguien me explique cuándo, cómo y por qué, viéndome y sintiéndome diariamente, el hombre no puede tomarme como una lección de vida.

No terminaba de asimilar lo que me estaba diciendo, cuando se puso de pie con esa majestuosidad característica de su personalidad, y acercándose a mí sonrió y me dijo.

-Gracias por escucharme.

Y se fue.

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