Alguien dijo en una ocasión que “para sustituir una lámpara (de alumbrado público) no se necesitaba tener ideología”, una frase que describe la polémica característica de lo que es y debe ser un político al momento de ejercer el poder y lo que marcará su eficiencia o reconocimiento.

El siglo XXI trajo consigo una “ola” tecnológica, de innovación, una sociedad más crítica e informada; pero también, una democracia más amplia que integra a personas y diferentes sectores que no simpatizan o están afiliados a determinado partido.

Tiempos actuales

La clase política no ha escapado a esto. Ahora, quien aspira a ocupar un cargo público suele ser más pragmático (acción) y menos doctrinario (pensamiento), pues entiende que los ciudadanos promedio se interesan y eligen más a la figura (candidato) que a la marca (partido).   

Todo lo anterior se explica bajo la lógica de la adopción de un modelo de comunicación política “occidentalizado”, en el cual, la figura del aspirante o abanderado está en el centro del escenario y sus propuestas e ideología pasan a segundo plano.

Al mejor postor

Este esquema ha propiciado que un personaje se traslade de una posición a otra dentro del espectro político; así pues, quien hasta hace una década era un férreo defensor de los proyectos de derecha, hoy suele estar apoyando las causas sociales de la izquierda o viceversa.

La política mexicana se ha vuelto una “feria de franquicias” donde las candidaturas se otorgan o venden al mejor postor, es decir, a quienes garantizan el triunfo, ya sea por su fama, trayectoria o su dinero. Representar unas siglas no es sinónimo de victoria, pero sí, de un respaldo importante de recursos económicos y de estructura territorial necesarias en una lucha electoral. 

La izquierda “nueva”

El triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional en los pasados comicios del 1 de julio, no sólo le otorgará el mandato a nivel federal y en varias entidades, sino también, en las cámaras de diputados y senadores tendrán un número suficiente para aprobar leyes e incluso, hacer cambios a la Constitución.

Uno de los rasgos del nuevo partido dominante en México, es el relacionado a su conformación, pues en sus filas militan personas con experiencia legislativa, gubernamental y electoral, otras, con liderazgo social, con nexos empresariales, sindicales, mediáticos, etcétera; pero con un elemento común: hacer política sin ideología.

Matizar…

Lo conseguido por Morena se debe –entre otras cosas- a su capacidad para adaptarse a las exigencias y reclamos ciudadanos. Para lograrlo, tanto Andrés Manuel López Obrador como sus correligionarios no se apegaron (totalmente) a la doctrina izquierdista y mantendrán intacta la operación de rubros ligados a la macroeconomía, por ejemplo.

A unas semanas de que la izquierda gobierne por primera vez el país con mayor número de hispanohablantes en el mundo, es posible que AMLO sea moderado con respecto a algunas de sus ofertas de campaña, ya sea porque las condiciones así lo requieran o por estrategia, lo cierto es que los resultados positivos que pueda brindar serán producto de la eficiencia de su equipo y no de la teoría.

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