En estas fiestas decembrinas pueden existir dos tipos de personas:

Aquellas que celebran navidad con toda la alegría del mundo; perfección cada detalle, por ejemplo, que los adornos del árbol de navidad combinen con los centros de mesa, comprar nuevos adornos  y colocar las luces alrededor de la casa.

Pero ¿qué pasa cuando eres el amargado de tu familia? Porque seamos honestos, no todos tienen el espíritu navideño que observamos en las películas o los comerciales que promocionan la unión de la familia en una sala nueva, con regalos de alguna tienda departamental en donde todos son felices, anhelando la llegada de Santa.

Así que cuando no te emocionan estas épocas te catalogan como el “amargado” o el “grinch” de la familia, ya que cuando te hacen preguntas sobre: ¿Dónde vas a pasar navidad? ¿Por qué no quieres poner un árbol de navidad? ¿Podrías dejar de ser tan desinteresado? Son preguntas que te hacen cada año a lo que respondes lo mismo cada año, puede ser con un simple “no tengo ganas este año, tal vez el próximo”.

Ser el amargado de tu familia, conlleva a que siempre van a estar animándote para que compartas con ellos la felicidad de estas fechas tan significativas respecto a la unión familiar junto con el comienzo de un año nuevo,  porque a pesar de que no seas afecto a estas festividades, tus seres queridos jamás te dejaran solo y  si te tienen que obligar a que estés en la cena en contra de tu voluntad lo harán.

Mi consejo,  disfruta la comida, los regalos, los convivios a los cuales te lleguen a invitar, lo importante es convivir con la familia y amigos que queremos porque no sabremos cuando  podría ser la última vez que estemos con ellos.