Ya son muchos errores, muchas omisiones, muchas ineficiencias y poca transparencia del gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto, faltas graves que se traducen en un amplio rechazo ciudadano hacia la figura presidencial, sus acciones… pero también las inacciones.

No es por un asunto personal ni por cerrazón, tampoco es anarquismo, mucho menos por su filiación partidista, el desacuerdo con la administración peñista va más allá, es una exigencia común en el sistema democrático: quien no da resultados merece alguna sanción.

En picada

Con motivo su tercer año (próximo a cumplir el 1 de diciembre), diversos estudios se realizaron para evaluar el desempeño del mandatario federal, los resultados fueron contundentes. De acuerdo a la firma Buendía&Laredo, el presidente obtuvo el 35 por ciento (%) de aprobación, la cifra más baja en comparación a sus cuatro antecesores durante el mismo periodo (Carlos Salinas 77%, Ernesto Zedillo 55%, Vicente Fox 58% y Felipe Calderón 62%).

Abucheo total

¿Qué hace tan impopular a Enrique Peña Nieto? Sin duda que el poder es desgastante, en otras palabras, el ejercer una función pública conlleva tomar decisiones complejas o polémicas; no obstante, la caída en su imagen se debe más a una serie de equivocaciones propias que a factores externos.

La percepción de que México es un país inseguro continúa a pesar de tener más elementos del Ejército, Marina y Policía Federal en las calles, pues la participación o colusión de dichas instituciones con el crimen organizado ha quedado al descubierto; así como la incapacidad de los demás órganos de inteligencia (Cisen), seguridad (Gobernación) y procuración de justicia (PGR) para mantener –siquiera- el control en los penales de su competencia.

Máximas incumplidas

Asimismo, la máxima de que “el buen gobierno se refleja en el bolsillo” está muy lejos de ser cumplida por el régimen. Si bien es cierto que la economía actual se mueve a través de los mercados internacionales, es tarea de las dependencias en la materia, implementar estrategias “anticíclicas” que ayuden a paliar la crisis.

En el caso mexicano, las medidas han sido poco eficaces, las reformas fiscal  y laboral no atraen a más empresas y por ende, hay menos fuentes de trabajo; la inversión del gasto público disminuye, la devaluación del peso frente al dólar y el próximo aumento inflacionario, prevén un panorama sombrío para 2016.

¿Y entonces? ¿Quién?

Si el manejo económico no depende al cien por ciento de una nación ni la seguridad la puede frenar o erradicar de inmediato, entonces, ¿qué sí puede hacer el presidente de la República?

Ante los complicados tiempos que vive México, su clase política debería mandar señales de más austeridad en sus gastos administrativos y sobre todo, eliminar todos los privilegios a los que tienen derecho  (dietas, viáticos, bonos, etcétera).

Cortar cabezas

Recortar el presupuesto como lo planea Enrique Peña Nieto es tan sólo una parte de la solución, también se requiere un combate ejemplar a la corrupción y a la ineficiencia para el buen funcionamiento de la maquinaria gubernamental. Separar del cargo a un secretario de Gobernación incapaz de resolver temas delicados como el de Iguala o la fuga de “El Chapo” Guzmán, sería un buen comienzo para transformar las cosas.

Las razones del desprestigio y el rechazo están diagnosticadas, Los Pinos saben muy bien en dónde están las fallas, los datos indican que los ciudadanos esperan cambios de planes y personas, desean justicia, reprueban la opacidad, piden sensibilidad ante la tragedia, quieren representantes honestos, exigen autocrítica de quien manda y castigo a quien delinque.

Se quiere; no se puede

Hay varios países que han podido quitar y castigar a las malas autoridades, por desgracia en nuestro país carecemos de instrumentos legales que posibiliten esas acciones; empero, en el corto plazo nos quedan la denuncia y la protesta pacífica como recursos para exhortar al mal político (en funciones) que se vaya.

Enrique Peña Nieto tiene poca aceptación, con innumerables cuestionamientos, con pocos aciertos, sobre un débil aparato institucional y rodeado de un equipo fiel pero inoperante. Seguramente terminará su sexenio con estas y otras turbulencias, pero hoy, el 57% de los mexicanos le pediría su renuncia…a la voz de ¡ya!

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