“Guatemala está cambiando, la gente está harta de la corrupción”, fueron las palabras de Osvaldo, un taxista de la capital chapina, a quien esto escribe para explicar el nivel de rechazo que tienen nuestros vecinos del sur hacia esa práctica que puede atacar, invadir y carcomer a un pueblo entero e inutilizarlo por varios años o de por vida, en el peor de los casos.

Durante una visita a Guatemala, este bloguero se percató de las recientes movilizaciones y transformaciones que esa nación está impulsando: desde la exigencia de renuncia del presidente Otto Pérez Molina, hasta su encarcelamiento por presuntos delitos, como el dirigir a una mafia que despojaba al Estado de sus recursos a través de las aduanas.

La clave 

Es ya un país modelo -al menos en América Latina-, que ve al futuro pero que no olvida los momentos difíciles de su historia (guerrillas, golpes de Estado, dictaduras, etcétera) y crea instituciones sólidas e independientes operativa y presupuestalmente hablando, como la Comisión Internacional  contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), organismo fundado en 2006 bajo la supervisión y apoyo de las Naciones Unidas.

Osvaldo, como muchos de sus paisanos, consideran positivo el castigo a Pérez Molina, pues la sociedad, dijo, va ganando terreno en contra de “los malos”; el ejemplo más claro para este trabajador del volante es la cruzada iniciada hace algunos años para denunciar a los policías deshonestos que, a decir de él, regresó la confianza de la ciudadana hacia las fuerzas del orden.

Falta mucho. Primeros resultados

Las acciones ya mencionadas, no borran los grandes rezagos que aún tiene en la materia. De acuerdo al informe presentado por Transparencia Internacional, en el que midió el Índice de Percepción de la Corrupción (2014), Guatemala se encontró en el lugar 115 de 175 países estudiados, posición nada privilegiada, si se toma en cuenta que en 1998 ocupó el sitio 59.

Para contrarrestar lo anterior, las autoridades locales encabezadas por la Comisión Presidencial de Transparencia y Gobierno Electrónico (Copret) -paradójicamente durante el mandato de Pérez- inició desde 2013 una serie de medidas para prevenir y sancionarla .

Fue así como los primeros resultados llegaron un año más tarde: 63 Sanciones administrativas, 98 resoluciones con recomendaciones, 3 sentencias sancionatorias y la participación gubernamental en la capacitación para la recuperación de activos robados en el extranjero.

¿Y nosotros?

Si el vecino del sur va en serio a frenar la corrupción, ¿por qué no copiar la estrategia en México, donde los niveles alcanzan cifras desfavorables? El mismo Índice situó a nuestro país en el lugar 103, siendo el último de los 34 miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) y muy lejos de naciones de habla hispana como Chile y Uruguay.

Tal vez existan pocos elementos comparativos entre México y Guatemala; empero, si tomamos en cuenta la economía, población, territorio y situación socio- política (reciente) del segundo, podemos decir que es meritorio y que avanza por la ruta correcta.

Pérdidas y más pérdidas

Nosotros estamos detenidos, quizá hemos retrocedido en ese ámbito, los casos estelarizados por  personajes ligados a la vida pública y al sector privado dibujan un “negro” panorama a corto y mediano plazos, sin que haya ley o institución capaz de erradicar este mal que costará en 2015 alrededor de 1 billón 602 mil millones de pesos, según proyecciones del Banco de México y Banco Mundial.

¿Ser honesto? ¿Para qué?

Y es que ser honesto en este país tiene un costo muy alto, por increíble que parezca, puede dejar sin servicios públicos a una familia, puede dejar fuera de una licitación a los empresarios decentes, puede dejar sin justicia al más pobre, puede frenar el crecimiento de un negocio… la honestidad estorba, dicen en el mundo de la política perversa.  

Por desgracia en México no hay un Osvaldo que pueda decir o presumir el buen trabajo de sus gobernantes, pues las críticas y el rechazo hacia estos últimos aumenta día con día. Guatemala demostró que es posible castigar a quien se encuentra en la parte alta de la “pirámide”, es una muestra, una historia vecinal que debemos replicarla.

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