Los ríos se han utilizado en la política como divisiones geográficas. En otros tiempos sirvieron como rutas de navegación para el comercio o la transportación de personas. En su estado natural de limpieza han servido como balnearios, albercas o incluso baños públicos. Hemos inventado deportes en los que utilizamos a los ríos como retos que lograr.

Desde el siglo pasado, usamos las arterias del planeta como escusados industriales. Al aumentar el nivel de consumo de las personas aumentó también la necesidad de esconder los desechos, eso que no se vende. Utilizar los ríos para derramar todo aquello que huele mal, se ve mal y que no tenemos donde guardar, ha sido el remedio más mediocre de la humanidad. 

¿Quiénes contaminan más? ¿Quién es el responsable? Todos. Porque algunos producen más que otros, pero todos consumimos; algunos no cumplen con la ley, pero nadie los denuncia; porque a todos nos huele mal la peste del río, pero nadie deja de satisfacer su comodidad para luchar por un bien común.

¿Para qué existe la ley si no se cumple? ¿Para qué existe la conciencia si no se usa? ¿Para que sirve la vida si genera muerte? 

¿Cómo podemos vivir tirando todos los desechos al río como si ahí desaparecieran por arte de magia? ¿Es la mejor solución es hacernos tontos y tapar los ríos con tubos para que no huela la mierda (nuestra mierda) que aventamos? ¡Qué responsabilidad existencial tenemos en la era del desarrollo!

¿Tenemos el coraje de enfrentar la realidad a la que nos estamos enfrentando? En otros países, por la revolución industrial y las guerras, los ríos habían quedado putrefactos, bañados de sangre y de basura, sin embargo, años después nos demuestran que hay que planear las ciudades en torno a la vida, y no tirar la vida en torno a los planes urbanos.

Con sentido de urgencia: Tenemos que dejar de vernos la cara los unos a los otros para lamentarnos de lo mal que lo han hecho las generaciones anteriores. Con sentido de trascendencia deberíamos darle la cara a nuestros problemas comunes.

No podemos seguir ignorando que hay poca agua potable. Ya no podemos esconder que nos estamos pudriendo en nuestra propia basura.

Hoy, algunos locos volvimos a navegar una parte del Atoyac, una arteria que lo alimenta. Desde Tlaxcala a Puebla, este río atraviesa por colonias populares, fraccionamientos de lujo, centros comerciales, fábricas, muchas fábricas, avenidas importantes... Pero pocos se percatan de que hay un ecosistema que nos acompaña, nos acogió desde el inicio, pocos se voltean a ver la realidad con la que estamos conviviendo ahora. Hoy sumamos a algunos vecinos de Tlaxcala para que juntos le demos la cara a nuestro río.

Tú, poblano o tlaxcalteca -empresario, político, trabajador, ciudadano común-... ¡Dale la Cara a TU río!

Aquí les coparto una presentación de algunos momentos del recorrido:

Dale la Cara al Río (Puebla-Tlaxcala) from Hector Ortiz