Les comparto una reflexión posteada por un amigo el día de ayer me agrado mucho el hecho de que no agrede a nadie siemplemente da un punto de vista reflexivo para todo el pueblo. 

Por. Victor Pino Zinoviev

 Ahora que estamos en eso de reflexionar nuestro voto, creo que hay que entender algo. Los partidos no son religiones, son organismos. Los candidatos a presidentes no son dioses ni los diputados y senadores párrocos, son productos de los organismos para los que ejercen el papel que se les ha encomendado. Los mexicanos no somos estúpidos, sólo ingenuos y creemos que la oferta de los organismos transfigurada en sus representantes hará nuestra existencia más cómoda o al menos más tolerable. ¿Cuantas veces se ha escuchado que somos los únicos responsables de nuestra condición? La mayoría de las veces lo somos de manera individual pero nuestro entorno socio económico es producto de nuestra responsabilidad colectiva. Es cierto que toda sociedad requiere de líderes o representantes que establezcan reglas para mantener una estructura en pie, pero ninguna de ellas es a prueba de fallas. Lo curioso es que para empezar nosotros creamos este sistema al permitir que la política se convierta en una empresa que cada tanto renueva su mesa directiva. En nuestra democracia el voto es una mera opinión; las boletas son como los dulces de una piñata que generalmente se reparten entre los más abusados y el que se lleva más reparte algunos para que no los tilden de golosos, los que casi no se llevan dulces se conforman con tener mejor suerte para la otra. Los que depositamos los dulces somos meros espectadores con un favorito. El sistema que hemos construido nos ha convencido de que nuestra contribución a esta neodemocracia es depositar un pedazo de papel cada 6 años y sentarnos a esperar lo mejor de nuestra nueva mesa directiva. Lo triste es que cada 6 años nos tiramos patadas entre nosotros durante 2 meses antes de las elecciones rompiéndonos la madre por un individuo al que no le debemos nada y que sólo le rinde cuentas al organismo que lo auspicia o a sus propios intereses. Más triste aún es ver que la estrategia en cualquiera de los casos básicamente consiste en la promesa de regalar viviendas, despensas, medicinas o hasta dinero en efectivo, promesas bien recibidas por los sectores más vulnerables cuando conceptos como política exterior o desarrollo sustentable les son confusos. Los mismos candidatos en su debate confunden política exterior con intercambio cultural o desarrollo sustentable con infraestructura ecológica. Creo que también olvidamos que en nuestro sistema el papel de un presidente, al igual que durante su campaña política es proponer, con la única diferencia de que en su gestión su propuestas deben ser aprobadas por “nuestros representantes” en el congreso que, cuando les da la gana trabajar, pocas veces representan “nuestros intereses”. Su papel cómo líderes se reduce a las relaciones públicas y raramente causan un efecto tangible en nuestra simpatía por ellos. Hacen acto de presencia y mandan ayuda en catástrofes naturales cuando las sequías del norte han tenido esa región en ruinas desde hace casi 2 años; o la hambruna en cientos de municipios ha tenido a la gente medio muerta por décadas. Finalmente creo que no necesitamos que nos regalen nada y no entiendo cómo es que exigimos un cambio cuando los que elegimos a nuestros líderes seguimos igual. La transformación que requiere nuestro país no es ni política, ni económica, ni social, sino una transformación moral (con moral no me refiero a religiosa) en la que entendamos nuestra responsabilidad colectiva como el motor que nos impulse como pueblo. Eso no lo puede hacer ningún presidente ni comprometiéndose, pero si puede proveer una plataforma sustentable para funcionar como nación y no como empresa. Un presidente no puede abatir la corrupción si nosotros seguimos dando mordidas y nosotros por nuestra parte burlamos las reglas porque las normas tienen un amplio margen de transgresión. Un presidente no puede erradicar la delincuencia si nosotros vivimos con miedo. Cómo terminar con el analfabetismo si la educación gratuita se ha convertido en una empresa independiente con la envergadura de un monopolio. Un presidente no puede mejorar la calidad de la educación si como padres no apoyamos a nuestros hijos exigiendo maestros competentes y comprometidos. La distribución equitativa de las riquezas es una utopía que ni el socialismo logró con éxito, pero también es justo que gane más quien más trabaja y quien mejor se prepara para competir en el mercado laboral. Resumiendo, nuestra condición no va a cambiar ni tragando “compromisos”, ni con una persona “diferente”, ni “serenándonos”. La única forma de cambiar es reinventándonos como individuos, homogeneizar esa individualidad en un propósito común y proyectarnos como una sociedad de alcances para que el estancamiento deje de ser una excusa para los líderes predecesores. Entonces la pregunta es…¿por quien vamos a votar? ¿Por ellos o por nosotros?. ….. ¿quién construye o destruye a nuestro país? Es indiferente a quien le des tu voto, al más guapo, al más loco o a la más fea. Vota por quien te caiga mejor o menos peor, pero no le apuestes a ninguno si no estas dispuesto a empezar a marcar la diferencia.