No lo voy a negar: tengo una relación de amor-odio con el término "emprendedor". Hasta hace algunos años, me parecía sólo una palabra hueca, un montón de retórica aderezada con frases hechas como "estrategia integral". Entonces, en mayo de 2010, se me cruzó Patricia Gameros con un ofrecimiento jugoso: escribir un libro para Endeavor Puebla. Me entrevisté con Vincent Speranza -hoy, Director Nacional de Operaciones de Endeavor México- y acepté el reto. Así nació La nueva cara de Puebla.

Pasé cerca de seis meses escuchando las historias de diferentes emprendedores locales. Conocí a las historias de empresas como Cinemagic, Pabisan, La Zarza, Orcius, Vegetalistos (en ese momento, Leonali), Evolucione y Soyamigo. Me entrevisté con todos sus directores. De varios, saqué grandes anécdotas, como la vez que Cinemagic -una cadena de cines para poblaciones de menos de 200 mil habitantes- proyectó "Más barato por docena" y le llegaron los clientes de 12 en 12; o cuando Soyamigo surtía un centro de readaptación y los presos se amotinaron cuando se enteraron que les alimentaban con soya. 

Todas estas historias terminaron plasmadas en La nueva cara de Puebla, escrito en co-autoría con Vincent Speranza y publicado bajo la editorial de la Universidad de las Américas Puebla (por cierto, aún lo pueden adquirir en línea). Este año, por cierto, sale la segunda edición, de la pluma de Daniela Dib -de nuevo, en colaboración con Vincent- con renovados casos para el aprendizaje (no tengo muchos datos por ahora, pero prometo contarle más al respecto cuando llegue el momento).

En fin, detrás de cada historia que escribí, extraje una enseñanza que, en mayor o menor medida, he podido aplicar en mi vida profesional y personal. Aprendí mucho, no sólo de esos empresarios, sino del entorno. Ahí descubrí que el emprendimiento (como dice la Fundéu, porque emprendedurismo es una forma incorrecta) es más que buenas intenciones. Sí, no lo niego: hay mucho vendehumo allá afuera, pero también hay garbanzos de a libra.

En la reciente Cumbre de Directores, organizada por Endeavor Puebla, la directora general de Endeavor México, Pilar Aguilar, expuso una serie de casos de éxito de su modelo. Dentro de su presentación, hablo de los emprendedores de alto impacto. Como alguna vez leí, "hasta el taquero es un emprendedor". Pues sí, es cierto, en el sentido amplio del término. En realidad, cualquiera con un proyecto que lo lleve a cabo, lo está emprendiendo. Pero, en un sentido mucho más estricto, el emprededor de alto impacto -ése que persigue Endeavor- tiene otras cualidades.

Para Pilar Aguilar, un emprendedor de alto impacto genera empleos no sólo dentro de su compañía, sino fuera de ella. Es lo que ella denomina como "el efecto multiplicador". Un emprendedor de alto impacto funda nuevas empresas o participa en la creación de otras; asesora a terceros para que inicien su propio negocio y, en muchas ocasiones, termina por invertir en más empresas. Su labor es detonar ese ecosistema. Sí, el taquero es un emprendedor, pero será uno de alto impacto en la medida en que fomente el crecimiento de otros puestos, aconseje a su compadre para poner su fonda o invierta en el carrito de jochos del vecino. 

El resultado, expone Aguilar, es que se genera un círculo virtuoso para la industria. En el mejor de los casos, se logra generar un clúster que eleva la competitividad de una ciudad o de un país. Esos emprendedores son los que hacen falta. Finalmente, lo que distingue al emprededor de alto impacto es una acción en específico: inspira. Se convierte en referente, en modelo a seguir.

Por eso la labor de Endeavor se vuelve crucial: no se trata sólo de generar empresarios, sino de darles la mentoría adecuada y de establecer los lazos correctos. Se trata también, como he intentado con "La nueva cara de Puebla" (y ahora lo hace Daniela), de transmitir conocimiento, pasión e inquietud para que mañana germine esa idea en terreno fértil. Hagamos que el emprendimiento no sean palabras huecas, sino acciones reales, tangibles y, sobre todo, cotidianas. 

Pepe Flores (@padaguan) es Director Editorial de Vida Real en Betazeta Networks. Colabora como artículista en Voces de The Huffington Post y otros medios impresos y electrónicos. Es voluntario en Wikimedia México y cursa la maestría en Comunicación y Medios Digitales en la UDLAP. Ganador del Premio de Periodismo Cuauhtémoc-Moctezuma 2013 en artículo de opinión.