Un político no sólo legisla, gobierna, dialoga o negocia, también realiza otras actividades que le garanticen su permanencia y supervivencia, tales como visualizar el panorama, “olfatear” el triunfo y en su caso, anticiparse a los demás mediante el salto a otro partido.

La adhesión de un político a una coalición o proyecto distinto, suele ocurrir en momentos precisos, bien planeados e incluso hasta consensados, para que su efecto tenga la relevancia suficiente entre los ciudadanos y por supuesto, que beneficie a los interesados (político-partido).

En los periodos electorales dicha práctica es muy común en países como México, porque en este lapso los reacomodos son vitales para la conformación de una campaña sólida que desemboque en el triunfo de un candidato.

Cambio de camiseta

Las últimas semanas han dado muestra de que el pragmatismo puede más que la ideología o los principios que posea una persona. La conveniencia e interés traducidos en incongruencia son parte de varios actores políticos ligados a los cuatro grandes grupos.

Javier Lozano Alarcón es un ejemplo de lo absurdo, si se toma en cuenta que en 2005 abandonó las filas del PRI para sumarse a la precampaña del entonces aspirante a la Presidencia de la República por el Partido Acción Nacional, Felipe Calderón.

Durante los trece años de militancia panista, Lozano fue un crítico del PRI y sus miembros, principalmente cuando ocupó la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en el sexenio del michoacano; pero a partir de 2013, ya como senador de la República, comenzó a dar un viraje hacia el oficialismo, sobre todo durante la discusión y aprobación de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, donde adoptó una postura más inclinada hacia las televisoras.

Tras su distanciamiento con Rafael Moreno Valle por no verse favorecido con la postulación del blanquiazul a la gubernatura del Estado de Puebla, Lozano optó por separarse de –su efímero- cargo de vocero del actual mandatario, José Antonio Gali, para apoyar los sueños presidenciales de Margarita Zavala, quien al poco tiempo vio reducidas sus esperanzas al perder el control del partido ante Ricardo Anaya.

Hoy, Javier Lozano se encuentra nuevamente en el PRI, ése del que salió muy decepcionado en 2005, y trece años después, ha sido “cobijado” por el equipo del inminente abanderado tricolor, José Antonio Meade Kuribreña, de quien es su vocero. 

Vivir del erario

Otro caso es el de la todavía senadora Gabriela Cuevas, quien hace apenas unos días renunció al PAN y al mismo tiempo, divulgar su apoyo al precandidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador.   

Jefa Delegacional en Miguel Hidalgo, asambleísta, diputada federal y ahora, senadora, Cuevas se caracterizó por ser una férrea opositora al tabasqueño cuando éste fungió como Jefe de Gobierno de la capital del país. Quizá será recordada por pagar 2 mil pesos de fianza para evitar que AMLO pisara la cárcel por desacatar una orden judicial (el llamado Desafuero).

“En 2018 he decidido, con la misma convicción democrática, unirme al movimiento plural que ha convocado el licenciado Andrés Manuel López Obrador. Mi propósito es persistir en la lucha por una democracia más justa”, comentó la también la titular de la Unión Interparlamentaria, organismo que agrupa alrededor de 170 congresos nacionales.

Los movimientos de Lozano y Cuevas obedecen a la búsqueda de un nuevo espacio de poder, el cual les fue negado u obstaculizado en el PAN; sin embargo, los señalamientos versan en la incongruencia de ambos por acabar al lado de quien prometieron combatir.

Desde hace mucho la convicción se terminó en la política, la tendencia es moverse hacia dónde va la mayoría sin importar lo que digan los ciudadanos, pues al final, la cargada determina el futuro de todos aquellos que buscan un cargo público.    

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