La lista de países en América con problemas de gobernabilidad originados, entre otras cosas, por la falta de oficio político y corrupción de sus mandatarios o de sus equipos de trabajo se incrementa año con año. Ahora, toca el turno de analizar la crisis brasileña y mexicana.

El “gigante” del sur

Sudamérica es una región caracterizada por una marcada  pobreza y marginación, así como por la escasa cultura democrática de las naciones que la conforman, siendo territorios encabezados por dictaduras militares, principalmente, entre los cincuenta y los ochenta, razones que tal vez expliquen la conducta y mal desempeño de sus presidentes.

Uno de los países con mayor influencia continental es Brasil, el cual vivió un periodo de “ensueño” durante la década pasada, gracias al despegue de su economía, que tuvo su cenit en 2010, al tener un crecimiento de 7.5 por ciento (%) del Producto Interno Bruto.

Lo anterior, se debió a un plan de estímulo al consumo que disminuyó a los pocos meses, trayendo consigo desempleo, inflación, recorte de inversiones y caída en sus exportaciones, entre otras.

El fin del sueño

Pero sin duda, el motivo más importante de la “tormenta” brasileña proviene de su clase política que se ha visto inmiscuida en actos de corrupción y como ejemplo están sus tres últimos gobernantes, Luis Inacio Lula da Silva, Dilma Rousseff y Michel Temer quienes han sido acusados, denunciados o depuestos de su cargo por incurrir en conductas ilícitas.

El impeachment (juicio político) a Rousseff en 2016 por la supuesta manipulación de presupuestos gubernamentales, la condena de 9 años de prisión a Lula por los delitos  de corrupción y lavado de dinero, y el juicio que enfrenta Temer por unas grabaciones que lo implican en un tema de sobornos.

Con la posible remoción del actual mandatario, la crisis brasileña se ahondaría todavía más, pues no sólo la economía se desplomaría, sino que la inestabilidad política generaría más caos y polarización, un caldo de cultivo para la violencia y la anarquía.

Pronóstico: El panorama no es halagador para el país amazónico, si se toma en cuenta que ninguna fuerza política tiene un dominio absoluto en el ámbito legislativo; además, Michel Temer es sinónimo de impopularidad, al obtener en junio pasado, el 5% de aprobación, un nivel bastante bajo si se aspira a recobrar la confianza de las personas.

Un problema llamado México

El caso de México y de su presidente, Enrique Peña Nieto es particular, debido al desgaste que ha sufrido por el aumento de la violencia y los índices de corrupción que tocan directa e indirectamente a los círculos más cercanos del Ejecutivo.

La impopularidad de Peña se debe en buena medida a su deficiente estrategia de  comunicación, es decir, al pésimo manejo de los problemas (vigentes) y al control de daños de estos, lo cuales crean inevitablemente una percepción negativa entre los ciudadanos.

El bumerán…

“Faltar a la verdad” es el error más grande del mexiquense al tratar de justificar hechos como los de Tlatlaya, Iguala, Tanhuato, la “Casa Blanca” y más recientemente, la adquisición del software Pegasus y el socavón del Paso Exprés de Cuernavaca.

Y quien esto escribe señala la palabra “verdad”, porque en dichos asuntos han quedado al descubierto -gracias a investigaciones periodísticas- los errores u omisiones que fueron propiciadas o toleradas por esta administración.

Mentir en política puede resultar contraproducente, es un bumerán que regresa con más fuerza y que puede golpear de manera grave la reputación de una figura pública o de una organización; la comunicación política no sólo es informar permanentemente sobre las actividades de alguien, sino también, actuar en momentos difíciles con el propósito de orientar el pensamiento de la gente.

Rechazo mayoritario

Con un 20% de aceptación (de acuerdo a la encuesta de junio de 2017elaborada por el Grupo Reforma), Enrique Peña Nieto llega al último tramo de su gestión, en el que aún podría enderezar la nave si quiere que el Partido Revolucionario Institucional conserve el poder a nivel federal.

Pronóstico: Peña finalizará su encargo con saldo negativo, sin modificar su plan ni haciendo un ejercicio de autocrítica, mucho menos relevando a sus colaboradores o correligionarios que más han dañado su imagen.  

Salvo Canadá, Costa Rica y Uruguay, América atraviesa por momentos turbulentos, donde la gobernabilidad no es la mejor, donde hay pueblos que cuentan con representantes cada vez más impopulares y donde, por desgracia, la democracia no se consolida, va en retroceso.   

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