“Hoy hemos podido comprobar que la nuestra es ya una democracia madura, con instituciones sólidas y confiables, y especialmente con una ciudadanía de gran conciencia y responsabilidad cívicas. (…)  Felicito, asimismo, al Instituto Federal Electoral, por la muy profesional labor de organización de esta jornada electoral”, así, con estas palabras, el entonces presidente de la República, Ernesto Zedillo, advirtió la noche del 2 de julio de 2000, el inicio de  una “nueva” etapa para México. 

El reloj marcaba las 23:10 horas, cuando el mandatario dirigió un mensaje a la nación con motivo de la elección, en el que además reconoció el triunfo del abanderado por la Alianza por el Cambio: “Justo ahora el propio IFE nos ha comunicado a todos los mexicanos que cuenta ya con información, ciertamente preliminar, pero suficiente y confiable, para saber que el próximo Presidente de la República será el licenciado Vicente Fox Quesada”.

Decepción enorme

Aquel día parecía ser un parteaguas en la historia moderna de este país; por primera vez en muchos años la transición se realizaría de manera pacífica, gracias a los votos y sin una revuelta de por medio, lo que presagiaba un siglo XXI con paz, democracia, justicia y prosperidad, que por desgracia no llegaron.

Las expectativas tras el arribo del Partido Acción Nacional (PAN) a Los Pinos eran muy altas; sin embargo, con el correr de las semanas poco a poco se fueron desvaneciendo, en primer lugar, por la falta de voluntad y oficio político de Fox y en segunda, por la oposición que enfrentó desde el Poder Legislativo, en especial de la fracción priista.

Gobierno entregado… e ingenuo

Pasaron los meses, los años y el “Gobierno del Cambio” terminó decepcionando a muchos ciudadanos y lo peor, se mimetizó con sus antecesores. En materia electoral, la administración foxista cometió uno de sus más grandes errores: Aliarse y otorgar privilegios a las televisoras nacionales (Televisa y Azteca) y por ende, doblegarse para obtener buenos tratos que éstas harían al blanquiazul en temporadas electorales.

Creer que los medios de comunicación estarían de su lado, fue una estrategia fallida, pues el llamado “cuarto poder” demostró ser un “monstruo” insaciable, ávido de dinero que podía migrar de un momento a otro de partido si no lo “alimentaban” bien.

Además de lo mediático, Vicente Fox también fue cómplice del primer golpe al prestigio del IFE, a través de la designación de consejeros afines a los intereses de los partidos mayoritarios (PRI y PAN) y no de personas capaces independientes.

El “cochinero”

Conformada la autoridad electoral, la reputación de ésta se fue a pique, luego de enfrentar la mayor crisis política de los últimos tiempos, debido a los comicios federales de 2006, donde el triunfo del panista Felipe Calderón sobre el abanderado de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, quedó en entredicho después de las omisiones del IFE durante todo ese proceso y su pésimo manejo de crisis durante la noche del 2 de julio de ese mismo año.

El calderonismo tampoco se distinguió por ser un gobierno democrático, sus alianzas legislativas con el PRI le restaron fuerza, al grado de alcanzar acuerdos (o complicidades) vergonzosos como el “antialianza” en el Estado de México que signó el entonces secretario de Gobernación Fernando Gómez Mont con el Revolucionario Institucional.

Democracia extinta

Por otra parte, el descabezamiento del IFE llegó en 2007 y tuvo como principal arquitecto a Calderón, quien avaló la salida del entonces consejero presidente, Luis Carlos Ugalde, así como la aprobación de una nueva ley electoral que –decían- permitiría tener una democracia más equitativa y más barata… eso tampoco sucedió.

Dicho sexenio finalizó entre campañas salpicadas de “lodo” (2012) y arribó a la silla Enrique Peña Nieto, quien no sólo se entregó a las televisoras, sino dinamitó por completo el IFE al promover el cambio de nombre a Instituto Nacional Electoral (INE) y por si fuera poco, reinstauró las anacrónicas e ilegales “elecciones de Estado” como la vista recientemente en territorio mexiquense.

A 17 años de distancia del mensaje de Zedillo, su deseo del “Hoy ha quedado acreditado ante propios extraños, que la nuestra es una Nación de hombres y mujeres libres que sólo creemos en los medios de la democracia y de la ley para procurar el progreso y la solución de nuestros problemas”, no se ha cumplido y quizá, pasarán décadas o generaciones para que este anhelo, más que  presidencial, de cualquier mexicano, no se trunque y se consolide a la brevedad. 

SÍGUEME EN TWITTER:

@LccPibe