Hace muchos años llegó a ser la más respetada, tenía el control total, era representativa, capaz de hacer y deshacer, era pues, la institución que sí cohesionaba al poder político, económico y social en México, nos referimos a la Presidencia de la República.

Atrás quedaron también las épocas donde todo giraba alrededor de una sola persona, aquella que mandaba, imponía abanderados, colocaba a sus allegados en puestos clave, incluso, en otros órdenes distintos al suyo (estatales y municipales) o en las cámaras de diputados o senadores.

Principio del fin

El dominio del Ejecutivo Federal era absoluto; sin embargo, su hegemonía se fue mermándo, quizá, desde los hechos sucedidos en Tlatelolco en 1968 y en 1971, con el tristemente recordado “Halconazo”. Pasaron tres lustros para que el sistema político mexicano comenzara a desplomarse en buena medida a la polémica elección de 1988 y en 1994 con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el inicio de la crisis económica, llamada el “Error de Diciembre”.

Fue hasta 1997 cuando la Presidencia fue alcanzada por la alternancia, suceso electoral que sigue hasta nuestros días; empero, tras dos administraciones panistas y el retorno del PRI a Los Pinos, la política en México se denigró a ritmos acelerados.

Causas y más causas

La corrupción, impunidad, violencia, el compadrazgo, corporativismo, acarreo, entre otros factores, han originado que los ciudadanos se distancien de una actividad que en teoría, debe servir a la gente; es así como la alternativa de las candidaturas independientes cobra fuerza de cara al 2018.

De acuerdo a las leyes mexicanas, todo ciudadano tiene derecho a votar y ser votado; no obstante, hasta hace poco tiempo, este derecho estaba acotado y sólo se permitía postular a un individuo a través de un partido o coalición, lo cual limitaba la participación de aquellos que no se veían identificados con alguna oferta política.

La nueva generación

A partir de 2014, en México una persona puede lanzarse como candidato sin partido (cubriendo determinados requisitos), esto abrió la gama de opciones que en ocasiones logran llegar a buen puerto, como los casos de Pedro Kumamoto en Zapopan, Jalisco, la diputación federal de Manuel Clouthier por el distrito 05 en Sinaloa o la gubernatura de Jaime Rodríguez “El Bronco” en Nuevo León.

Conforme se acerca el proceso electoral federal de 2018, más compatriotas han manifestado su intención de competir por la Presidencia de la República. Lo anterior no estaría mal si la nuestra fuese una sociedad altamente participativa y democrática, el problema es que en este tipo de comicios sólo acuden a las casillas aproximadamente el 60 por ciento de los inscritos en el padrón, así, el registrar a tantos aspirantes fragmentaría el voto.

Los “apuntados”

Pedro Ferriz de Con, Jorge Castañeda, Emilio Álvarez Icaza, Jaime Rodríguez, Juan Ramón de la Fuente, una indígena propuesta por el EZLN o sujetos fuera de lo común, como Patricio Zambrano, son algunos de los mexicanos que buscan llegar al máximo cargo público de este país.

No hay duda de que en el futuro un candidato o candidata sin partido conformará un gran movimiento político nacional que aglutinará a millones de ciudadanos, pero hoy, a pesar de que la Presidencia de la República sufre un enorme descrédito, los outsiders hacen de ésta, una institución en la que cualquiera pretende arribar con el simple hecho de levantar la mano.  

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