Más de 36 mil 500 días han pasado desde aquel 5 de febrero de 1917, cuando el Congreso reunido en la ciudad de Querétaro, por iniciativa del entonces presidente Venustiano Carranza, promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Cien años ya transcurrieron de ese acontecimiento, que sin duda, anunciaba como el inicio de un futuro distinto y quizá, prometedor para nuestro país después de lo que dejó esa lucha llamada Revolución, iniciada a finales de 1910. 

“Metiendo mano”

La Carta Magna tiene 136 artículos, la cual ha sido reformada en 699 ocasiones y, de acuerdo al suplemento Confabulario (número 191) del periódico El Universal, sólo 22 artículos permanecen intactos, es decir, con el texto original.

Además de analizar cada uno de los puntos contenidos en ese marco jurídico que fija las reglas para la convivencia y organización del Estado, debemos señalar la importancia de las leyes (en su conjunto) su aplicación y observancia.

Exceso de todo

Para nadie es un secreto que México es una nación sobreregulada, tenemos preceptos para todo. En el orden federal, existían –hasta 2015- alrededor de 294 leyes y la cifra es exorbitante si le agregamos las de corte estatal y municipal.

Con una legislación muy amplia no es necesario un Congreso de la Unión tan “obeso” conformado por 500 diputados y 128 senadores, quienes tienen un sueldo de 117 y 156 mil pesos, respectivamente, o los mil 125 diputados locales que nos cuestan 13 mil millones de pesos anualmente.

Figuras desprestigiadas

Más allá del fuerte desembolso que significa, hay un problema todavía más grande: La poca legitimidad que tienen, muchos de estos llegan con menos del 40 por ciento del voto total en su distrito  eigualmente en su municipio, entidad o país cuando se trata de alcaldes, gobernadores y presidente de la República, lo que provoca un distanciamiento entre el político y el ciudadano.

Otro aspecto en contra del Poder Legislativo en México es su escasa capacidad de diálogo y negociación. En la vida parlamentaria se requieren dichos elementos para construir mayorías simples o absolutas, que les permitan aprobar leyes mejor consensadas y por ende, mejor elaboradas.

Compro, luego voto

Hoy, los partidos representados en la Cámara Alta y en la Cámara Baja no argumentan ni persuaden a sus adversarios, el arte de convencer (por la buena) se ha perdido y transformado por uno peor: la compra de conciencias al momento de votar determinada ley.  

Tal vez, nuestra Constitución es una de las más completas del mundo, pues incluye como ninguna otra, temas como los derechos fundamentales del ser humano pero también, otros tan secundarios como el de las telecomunicaciones; convirtiéndola en un texto amplio de 65 mil 447 palabras.

Más cumplidos y menos letras

¿Requerimos una “mega Constitución”? Probablemente no, porque las complicaciones de México pasan más por la falta del respeto a la ley, el infringirla a diario y en diferentes ámbitos, ya sea un alto funcionario del gobierno central o una persona común.

Es cierto que cada norma o reglamento es perfectible; sin embargo, estamos destinando una cantidad enorme de recursos económicos y humanos en el mejoramiento de la legislación con el propósito de posicionarnos, en el papel, como un país de avanzada, cuando en la realidad somos un pueblo reacio a vivir en orden.

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