¿Qué vamos a hacer? En el gobierno de México nadie está preocupado por la posible llegada a la Casa Blanca del aspirante republicano, Donald Trump y su ola de medidas en contra de millones de indocumentados, la mayoría de ellos, originarios de nuestro país.

“Loco”, “racista” y “populista”, son algunos de los adjetivos con la que los mexicanos han descrito al también magnate inmobiliario por la forma en que éste se conduce y critica a quien permanece sin papeles en el vecino del norte; sin embargo, la clase política nacional se encuentra inmóvil, no lo confronta, mucho menos dimensiona el “gran” problema que se originaría de este lado del Río Bravo si él arribara al poder, ni diseña un programa integral que acogiera a todos aquellos que fueran deportados por no tener visa.   

¡Arrancan!

Hoy, los Estados Unidos de América viven una efervescencia, debido a las campañas electorales de los dos principales partidos (Demócrata y Republicano), que buscan llevar a uno de sus correligionarios a Washington D.C.

Cada cuatro años, los estadounidenses eligen –indirectamente- a la persona que conducirá los destinos de esta potencia mundial; empero, este proceso es muy diferente con respecto a los anteriores, ya que las propuestas gubernamentales de ambas partes contrastan, al grado adquirir tintes xenófobos como los expuestos por Trump.

Triunfo a la vista

De acuerdo a los últimos resultados, el originario de Queens lleva la delantera en el bando Republicano. Su más cercano competidor (Ted Cruz), alcanzaba -hasta el 15 de abril- 545 delegados de los 1237 que se requieren para lograr la nominación, mientras tanto, Donald Trump ha obtenido 743, con seis votaciones primarias por celebrarse.  

Más allá de saber si Trump llegará con la cifra necesaria a la convención de su partido en julio próximo o si esta última designará al abanderado en caso de que ningún contendiente reúna el número total de delegados, el gobierno mexicano debe elaborar un plan inmediato de asistencia a los connacionales ante el avance del proyecto del millonario neoyorquino.

Reacción inmediata

El primer paso consiste en llenar el vacío de información que dejó la administración de Enrique Peña Nieto ante la “Méxicofobia” del (pre)candidato norteamericano. La Secretaría de Relaciones Exteriores, a través de su embajada y sus 49 consulados en los Estados Unidos hicieron mutis durante varios meses, lo que fortaleció a dicha cruzada antiinmigrante.

Lo anterior es una guerra de ideas y posturas, el gobierno de la República tiene la obligación de realizar una campaña en medios de comunicación para mejorar la percepción que se tiene de México y su gente en algunos sectores de la sociedad estadounidense, así como para darle voz a los millones de compatriotas asentados allá de manera ilegal.

No hay sorpresas… hay sorprendidos

Para algunos analistas, el triunfo de Donald Trump parece remoto, sin embargo, en la política todo es posible y las sorpresas suelen tomar mal parados a los adversarios, por lo cual, las autoridades de este país deben esbozar – a la brevedad- algunos programas de apoyo al empleo, educación, alimentación, salud, así como de servicios públicos (agua, drenaje, electricidad, seguridad pública, etcétera) para quienes pudieran ser expulsados de suelo yanqui a partir de 2017.

¿Y si gana?

Si Trump cumpliera su palabra siendo mandatario, ¿tendríamos la capacidad de recibir a un poco más de 30 millones de mexicanos (por nacimiento u origen)? ¿Cómo prepararnos ante un regreso masivo cuando el gobierno federal ha anunciado un recorte al gasto público de 175 mil millones de pesos en 2017? ¿Estarían preparados los tres órdenes de gobierno para esto? ¿Nuestras ciudades colapsarían? ¿Qué haría la cancillería?

Hay muchas preguntas aún sin respuesta, no obstante, la elección de noviembre en los Estados Unidos representa dos visiones diferentes para México: el de la cooperación y el fortalecimiento de los lazos comerciales y de seguridad (Partido Demócrata); y el de la intolerancia, racismo, deportaciones y de la construcción de muros (Partido Republicano), que vienen en forma de político.

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