Casi una séptima parte de la población mundial tiene una relación directa con el sector cooperativo, aunque lamentablemente aún no podamos dar una cifra exacta. El cooperativismo en América Latina representa un sector de la economía social —entre el sector público y el privado—, que está en constante crecimiento: Hay aproximadamente 13,000 cooperativas afiliadas a la Alianza Cooperativa Internacional Américas (ACI) lo que significa que hay más de 32 millones de ciudadanos y trabajadores vinculados a esta forma laboral.

Sin duda hoy en día las cooperativas son un modelo de desarrollo en cada localidad en la que actúan, porque generan empleos directos e indirectos, crean mecanismos de ayuda mutua y de protección social y posibilitan el uso de productos y servicios financieros a la población excluida del sistema bancario tradicional.

 Asimismo, el cooperativismo en América Latina da acceso a mercados de exportación a los productores más vulnerables. En varios países los sectores cooperativistas representan una organización social que, junto con otros movimientos campesinos, indígenas y sindicales, promueven la solidaridad, la inclusión social y los derechos humanos y laborales.

Pero en Latinoamérica fue en la primera mitad del siglo XIX que surgieron los sociedades cooperativas en países tales como: Argentina, Brasil, México y Venezuela, principalmente.

El cooperativismo se fue desarrollando gradualmente en el resto de los países de la región al inicio del siglo XX y la llegada de los inmigrantes europeos, principalmente a América del Sur, aceleraró el establecimiento de las cooperativas de consumo, financieras y cajas de ahorro y socorro mutuo.

La fracción más vanguardista de la Iglesia Católica también estimuló el modelo cooperativo en los países de la región; asi mismo, los gobiernos nacionales de los diversos países que conforman Latinoamérica, han apoyado cooperativas de trabajo asociado, agrarias, de comercialización, así como cooperativas de vivienda en Chile, República Dominicana, Costa Rica, Colombia, El Salvador y Nicaragua, por mencionar algunos países.

Finalmente, las organizaciones sindicales también han sido un poderoso disparador en la conformación y operación exitosa de las cooperativas para beneficio de los trabajadores y sus familias.

El cooperativismo se ha desarrollado de diferentes maneras en todos los países de América Latina, en unos con mayor fuerza y apoyo que en otros, pero en todos los casos el modelo ha tenido y seguirá teniendo un fuerte impacto económico y social.

Entre los años sesenta y ochenta, el cooperativismo tuvo un auge importante en Latinoamérica. A partir de la instalación de la Oficina Regional de la ACI en 1990, el cooperativismo en América Latina inició una nueva etapa, la cual se caracteriza por un mayor y mejor intercambio de información y conocimientos entre los movimientos cooperativos de todos los países miembros, y existen en la actualidad diferentes redes de integración que se están consolidando y actualizando. Estamos optimistas y esperamos más buenas noticias sobre el cooperativismo en los años por venir.