Los desastres naturales desnudan la incapacidad sistemática de los tres niveles de gobierno y la sociedad civil en su conjunto, con frecuencia son el Ejercito Mexicano y la Marina las fuerzas federales que actúan con eficiencia para asistir a una población desprotegida por los efectos de meteoros, temblores o cualquier otra contingencia climatológica.

El paso del huracán Odile por Baja California Sur es una muestra clara del riesgo de los fenómenos naturales, si bien México ha avanzado considerablemente en mecanismos de protección civil la brecha todavía deja ver severas deficiencias.

Las comparaciones son oficiosas y en algunos casos lesivas pero al final resultan ilustrativas, cada situación de desastre en diferentes regiones de México exhibe a las autoridades en turno, así también muestra el lado oscuro de una sociedad que desborda sus reacciones ante el estado de incertidumbre e indefensión.

La gente se ve en la necesidad de luchar con sus propios medios por su sobrevivencia, aspectos como resguardo, alimento y seguridad de la familia se convierten en la prioridad número uno, en muchos caso el concepto de defensa del patrimonio simplemente se reduce a la resignación de perder el esfuerzo de años de trabajo. En estos casos el saqueo para asegurar alimento es una condición de sobrevivencia.

Las situaciones precarias que preceden a los fenómenos naturales son acompañadas de una reacción primitiva de algunos cuantos quienes al amparo de la confusión, la depresión y la ausencia de autoridades de gobierno, buscan implantar un régimen de terror circunstancial procurando saqueos injustificados y aprovechar la condición de crisis y vulnerabilidad de la población. En estos casos la rapiña es el calificativo adecuado para esos grupos beligerantes.

El Día Cero, después del paso de Odile en Los Cabos se tornó un auténtico estado de sitio donde grupos de encapuchados fuertemente armados sembraron terror en una desvalida población, quienes ante la ausencia de autoridades de gobierno y más aún de las fuerzas federales tuvieron que hacer acopio de valor y coordinación para implementar rudimentarios esquemas de autodefensa.

La respuesta tardía de la Secretaría de Gobernación para mandar a la Gendarmería para asegurar condiciones de estabilidad y seguridad, dejó desprotegida a una población desamparada por un gobierno del estado y del municipio que simplemente quedaron pasmados sin capacidad de respuesta alguna.

Odile quita el frágil velo que envuelve el glamour de Baja California Sur, gobernada por el panista Marcos Villarreal, donde la falta de ordenamiento urbano sustentable fue un blanco fácil del desastre del meteoro. Las condiciones de gobernabilidad quedaron expuestas ante la emergente aparición de grupos armados, situación que despierta perspicacia toda vez que Baja California Sur es considerada una región con bajos índices delictivos, los tres niveles de gobierno enfrentan una complicada tarea para explicar la presencia de estos comandos de encapuchados en uno de los puertos turísticos de elite.

Cada año las previsiones sobre el incremento en la capacidad destructiva de los fenómenos naturales en particular de los huracanes alertan a los gobiernos para tomar decisiones al respecto, convocatorias que solo quedan plasmadas en los discursos y firma de compromisos pero, en la realidad las cosas simplemente no suceden.

En esta lógica, en los años venideros los huracanes serán más poderosos, destructivos e impredecibles en cuanto a la capacidad de movilidad y variabilidad en sus trayectorias, este principio deja en situación de vulnerabilidad a millones de personas asentadas en zonas irregulares, falta de rutas de evacuación, y la necesidad de fondos millonarios para hacer frente a los efectos de devastaciones tras el paso de los huracanes.

El lado oscuro de México saldrá de nuevo a relucir, la incapacidad de los gobiernos para atender las contingencias, y los grupos de oportunistas facinerosos que hacen de la desgracia colectiva el momento para saltar a la rapiña exhibiendo su condición de lesa humanidad.

Los desastres naturales dejan aprendizajes y reflexión, pero sólo en casos extraordinarios se toman decisiones con anticipación, o en el mejor de los casos con oportunidad.

La Gendarmería llegó tarde a su primera tarea crítica, está obligada a ejecutar labores en forma impecable y efectiva. 

Editorial publicada en el portal político LA SILLA ROTA.

@mapaestrategico