Víctor Hugo, más que  escritor, fue un intelectual comprometido con el contexto en el que vivió. Se dice que en su funeral hubo alrededor de 2 millones de personas, lo que manifiesta el respeto que sus contemporáneos le tenían. Los Miserables, su obra más conocida en la actualidad. Su frase, el título de este texto.

Su realidad, la del siglo XIX, 1802 a 1885. Napoleón III, Revolución Francesa, criado y apoyado por la monarquía pero demócrata en sus convicciones. Formado en escuela religiosa pero crítico y liberal en sus acciones. Un reformista de su tiempo.

Einstein decía que en su época (1879-1955) era más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Tan vigente es su pensamiento como el de Víctor Hugo.

Los partidos políticos mexicanos se rigen hoy por la simulación. Tenemos muchos actores, literalmente, en la vida pública. Hay más prejuicios que voluntades. El Estado está hecho para regular, no para tomar todas las decisiones:

• Proponen una ley de participación ciudadana sin ciudadanos que participen en su creación.

• Suben impuestos pero no aclaran el gasto: en qué, cómo y por qué se los gastan.

• Dicen que no a la legalización de la mariguana, cuando el problema más grave no es fumarla, sino la matanza que provoca su prohibición. Además, muchos la consumen.

• No a la prostitución cuando muchos la fomentan en lugar de regularla y combatir la trata de mujeres. Hipocresía.

• Se apela a la ideología de las instituciones cuando lo importante es enfrentar la realidad de un país. 

• La máxima suposición es la de que el pueblo es idiota.

• La estrategia para dar soluciones es primero electoral, luego a ver qué pasa.

La formación del individuo debería basarse en utilizar la libertad para tomar decisiones que no invadan el bienestar de los demás, sin embargo, en el siglo XXI siguen tomándose decisiones por conveniencias, por creencias e ideologías, y peor aún, por simulación moral. 

Sería grandioso ver a más personajes comprometidos con la realidad en la que vivimos.

Los miserables: todos esos que padecen por las injusticias que resultan de la ambición desmedida. Para desintegrar los prejuicios, no importa de cuál partido o religión, sería mejor la visión de cuidar la libertad de los humanos y frenar la destrucción del lugar en el que nuestra raza ha vivido, vive y vivirá siempre.

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