Sala

La Sala Teatro Luis Cabrera ha sido una plataforma inicial para muchos de los poblanos que han dedicado sus esfuerzos a la vida escénica. La sala y sus múltiples audiencias han sido testigos de conciertos, recitales, obras de teatro, ballets, bailes folclóricos, y un enorme abanico de posibilidades. La sala se ha modificado y restaurado en diversas ocasiones para el beneficio de todos. Sin embargo, su función e historia quedan encerrados entre su pequeño vestíbulo, cabina de sonido, pasillos, muros, butacas, escenario y tras bambalinas.

Historia

La Casa de la Cultura fue inaugurada a principios de enero de 1974. Con ella quedaron en su interior no sólo la hermosa y fabulosa Biblioteca Palafoxiana. En este edificio que data del siglo XVI, el Ex Colegio de San Juan, se dispusieron y acondicionaron salas de exposiciones y conferencias, la cinemateca Luis Buñuel, o la fonoteca Vicente T. Mendoza. La Sala Teatro Luis Cabrera, a la par de los espacios aledaños, ha tenido la función de ser la sede de eventos artísticos que dan cuenta de la diversidad cultural de la ciudad y el estado. En sus inicios, la Casa de Cultura fue dirigida por su fundador, el Prof. Pedro Ángel Palou Pérez, escritor ampliamente reconocido. Ángel Palou fue en su momento Secretario de Cultura, del entonces -valga la redundancia- Secretaría de Cultura de Puebla (al parecer la primera del país).

Memoria

En el recuerdo y la memoria habitan situaciones y hechos que dieron luz al camino que se recorre en la vida. Durante los primeros años de los estudios musicales de quien esto escribe, hacia finales de la década de 1980 y principios de la siguiente, la Sala Teatro Luis Cabrera se había convertido en el “templo” de audiciones musicales y zona de pruebas de los avances pianísticos. Entre compañeros, colegas y conocidos, de nombres que ahora no llegan a la memoria, pero cuyos rostros inundan la mente, formábamos una pléyade de estudiantes de piano los que estábamos bajo la tutela de la Prof. Carmen Badillo. El interés y la vocación docente de la profesora Badillo llevó a muchos de nosotros a presentarnos en dicha sala. Cada cierto tiempo, se tenía la posibilidad de presentar entre dos o tres obras musicales en el piano de la Sala Cabrera.

Concierto

Por aquellos años, Puebla carecía de salas de concierto; de las que aún sigue careciendo, por una razón muy importante, los pianos. Hallar pianos de cola para conciertos no es cosa fácil, y mucho menos que las puertas se puedan abrir con cierta facilidad y poca burocracia. Sin embargo, eso ya es cuestión de educación y cultura, al menos a nivel estatal.

La posibilidad, sin embargo, de tocar en la Sala Cabrera había que obtenerla por medio del estudio constante y disciplinado, así como por la selección que la maestra hacía, y sigue haciendo cabalmente, de los jóvenes pianistas participantes. Este tipo de conciertos (no recitales) si bien han sido una constante desde el siglo XIX -por cierto, que los más recordados son los del mismo Melesio Morales, quizás porque él mismo escribía sus reseñas- han modificado sus repertorios constantemente.

Repertorio

Las obras que se tocan y escuchan están regidas sobre todo por las preferencias didácticas de cada época. En los últimos 30 años quizá poco han variado. Así, es posible escuchar las obras más sencillas escritas para Anna Magdalena Bach, sonatinas del periodo clásico, álbumes para jóvenes pianistas, o bien obras de compositores mexicanos y latinoamericanos, entre las que destacan, por ejemplo, las 20 piezas fáciles de Manuel M. Ponce -un breve compendio didáctico e histórico de la música en México-.

Para los pianistas de mayor avance y desarrollo, las obras de J. S. Bach, las Sonatas de Haydn, Mozart y Beethoven, las piezas de carácter de Chopin, Liszt o Brahms, los modernistas como Prokofiev, Katchaturian, Debussy o Bartók tienen un papel esencial. La influencia que estas obras tienen no sólo determina el grado de madurez del pianista, sino que además ofrecen al oyente, al público, puntos de referencia en la educación musical.

Evidencias de la gran mayoría de estos conciertos y audiciones quedaron guardados en programas de mano, reseñas de periódicos, entrevistas, fotografías y videos. Sin embargo, la memoria y recuerdos de cada uno de los que participaron forman también un testimonio de otras épocas y experiencias que pueden ser de utilidad no sólo al historiador, sino al cronista, e incluso como un anecdotario.