Evocación

Los recuerdos de infancia tienen una fuerza evocativa tan grande como lo pueden tener épocas pasadas. La magia que se recrea en ambos es la de aquella ilusión que la mente es capaz de construir con retazos de verdad y un zurcido que busca convencer al mejor modista. En ambos casos es posible distinguir cambios o incluso un decaimiento de las tradiciones. Este proceso común conlleva, por el contrario, a reforzar la añoranza de un pasado que sólo se hace “presente” en la mente de quien lo invoca.

Causa

Cuando se habla de la música del pasado, son diversos los motivos que atrapan la atención. Las razones pueden ir desde el hecho sonoro, pasando por instrumentistas y compositores hasta cuestiones sociales y económicas relacionadas con la música. En este sentido, es innegable que el siglo XIX ofrece una y otra vez algún elemento que escudriñar. Para este caso, el organillo lleva los oídos y la imaginación a un recoveco histórico, estético y socioeconómico.

Aparición

De forma similar a otras historias de instrumentos musicales, la del organillo está teñida de un sentimentalismo rodeado de algunas verdades y otras curiosidades. Con certeza se puede afirmar que llegó a tierras americanas en el siglo XIX. Se dice que llegó a México en 1870 por los “Hermanos Gamboa”. En algunos otros lugares se puede leer que fueron “instrumentos” traídos por Porfirio Díaz. Y, en otros sitios se puede hallar que fue un regalo del gobierno alemán para Porfirio Díaz.

De cualquier forma, es un hecho que la importación de música de Europa por los repertorios en México, como los afamados “Wagner y Levien” o “H. Nagel & Sucs.”, se trataba no sólo de partituras, sino además de una buena cantidad de instrumentos musicales. El consumo de la época respondía a una música que a diario se podía escuchar en teatros, en casas y en sitios públicos; es decir, una música viva. El sentido de innovación, originalidad e inserción a mejores posibilidades económicas dio por resultado la creación de un “instrumento” como el organillo.

Objeto

Por las características del organillo, o cilindro, es claro que se trataba de un objeto sonoro que trataba de cubrir dos aspectos: por un lado, atender el consumo musical dentro de la creciente burguesía. Por otro lado, otorgaba facultades de tocar un “instrumento musical” para aquellos que carecían de las mismas. Valga la pena pensar en la pianola, por ejemplo, con funciones similares. En este sentido, se puede entender que la tradición del organillo vaya en descenso. En el presente, el lugar del organillo lo ha venido a ocupar cualquier tipo de reproductores y dispositivos (computadora, teléfono celular, tableta) y la insoslayable presencia de internet.

Su construcción y meticulosa preparación de los cilindros requiere de experiencia, conocimientos y una buena cantidad de horas de trabajo. Sin embargo, eso mismo se puede aplicar para la construcción de otros instrumentos. De alguna manera, la sensación de tocar un organillo compensa el peso del mismo (30-50 Kg.). Cualquier instrumento musical, a diferencia del organillo y similares radica en la posibilidad de poder interpretar con matices, expresividad y otros elementos propios de la interpretación.

Tradición

Al pensar en el organillo como un “instrumento” innovador para hacer música, éste tuvo que pasar por un proceso común de aceptación. El descenso de su tradición es indicio de la popularidad que gozó en los círculos de la burguesía. Ello implicó una moda que no pudo competir con todos aquellos instrumentos que ya desde mucho antes dan forma a una orquesta. En este caso se puede comparar al organillo con instrumentos como el clarinete, el saxofón, la guitarra, e incluso el piano de cola con doble escape, que por la misma época del surgimiento del cilindro sufrían modificaciones tecnológicas. El paso del organillo a manos de particulares dio por resultado la difusión y su música del mismo hasta convertirse en una tradición. Asimismo, ofreció a la gente del pueblo una nueva forma de “obtener” ingresos.

Presente

El organillo permanece en las manos de quienes a través de un cuidadoso mantenimiento y vueltas de manivela llevan hasta los oídos de peatones, turistas, trabajadores y melómanos los recuerdos de una música remota. Cielito lindo o Jesusita en Chihuahua se mimetizan con el uniforme caqui de los organilleros, que por las calles llevan el recuerdo de la Revolución. La misión de personajes tan característicos es la de alegrar a las ciudades.