Emilio Casco Centeno
Una música imaginaria
Música en México en 1940
Publicado: 02 de ENE 2020 en Desarrollo Humano y Educación 0 comentariosApología
La reconstrucción de una música de la cual se tiene escasos indicios y evidencias da por resultado expresiones especulativas. Al menos, el intento de rescatar la música pre-colonial en México fue una idea fundada sobre la ideología dominante de las décadas de 1920 y 1930. Los elementos sobre los cuales trabajaron los compositores fueron los instrumentos musicales anteriores a la llegada de los españoles, conservados en museos. Asimismo, los códices y las crónicas de los propios españoles fueron de utilidad. Con estos elementos en mano, se pudieron inferir características sonoras de la música precolombina.
Chávez
Entre los compositores más conocidos de la época, con obras alusivas al pasado prehispánico de México, se pueden citar a: Vicente T. Mendoza, Manuel M. Ponce, o Carlos Chávez. Este último compuso cuatro obras reconocidas por sus características relacionadas con la música indígena: Los cuatro soles, El fuego nuevo, Sinfonía India y Xochipilli. Por un lado, se puede reconocer el esfuerzo del compositor por alejarse de la influencia europea. Tal tendencia, fue una característica de muchos compositores en continente americano. Por otro lado, paradójicamente, se puede observar la tradición europea, ya sea por los géneros empleados, o bien, en la forma de las obras.
Propuesta
A propósito de la exhibición monumental de arte “20 siglos de arte mexicano”, realizada en el Museo de Arte Moderno en Nueva York en 1940, Chávez tuvo la encomienda de componer una obra para la inauguración de tal evento. La idea del compositor fue la de ofrecer un concierto que pudiera mostrar el desarrollo de la música en México. Así que, consciente de la falta de fidelidad en las evidencias existentes, Chávez se basó en la idea de una música creada para festividades sagradas, con un carácter rítmico intenso para acompañar grandes grupos de danzantes. En contraste, también hizo uso de la expresión poética con un profundo carácter lírico, al que según el mismo Chávez correspondían líneas melódicas continuas más o menos variadas.
Xochipilli
El resultado de tales características estilísticas fue Xochipilli-Macuilxóchitl, obra que fue estrenada para la inauguración mencionada, el 16 de mayo de 1940 en Nueva York, en el Museo de Arte Moderno. Al publicar la obra en 1964, Chávez únicamente dejó el título de la obra como Xochipilli, y con el subtítulo: “una música azteca imaginaria”. La obra está concebida para un ensamble de alientos y percusiones, estos últimos de preferencia prehispánicas.
Los instrumentos de aliento corresponden a un pícolo, una flauta, un clarinete y un trombón. El ensamble de percusiones debe constar de 6 ejecutantes y los siguientes instrumentos: marimba, raspadores, güiros, cascabeles, bongos, silbatos, tambores y un timbal. Evidentemente, Chávez sugiere que preferentemente deben usarse teponaxtles, omichicahuaztlis, tambores indígenas, sonajas, huehuetls y ocarinas.
El título
El nombre de la obra se refiere al dios azteca de la flores y señor de las almas: Xochipilli. En la mitología prehispánica, las almas de los guerreros eran ricamente ataviadas con plumas de pájaros tras cuatro años de haber muerto. Este dios se caracterizaba por un rostro de color rojo que personifica el espíritu, y cuyo desollamiento refleja su indiferencia a las formas materiales.
La obra
Xochipilli refleja una predilección por las obras tripartitas, herederas de una tendencia clásica por ciclos de tres movimientos, donde el primero y el tercero son rápidos y el segundo es una música de carácter lento. En el caso de la obra chavista, se trata de un 1. Allegro animato (alegre animado), 2. Lento, y 3. Vivo (muy rápido, muchas veces más rápido que el primer movimiento). A pesar de la división, los tres movimientos fluyen como uno sólo, uno tras otro sin pausas. La distinción entre ellos radica no sólo en el cambio de velocidad, sino sobre todo en la textura empleada, con un énfasis melódico en el segundo movimiento, y por ello mismo, predominancia en los instrumentos de aliento.
La lejanía temporal que nos separa como oyentes de la música de hace un siglo, nuestros acostumbrados oídos a una música de carácter tonal, así como la separación con una ideología otrora dominante, hace que la obra se escucha por primera vez como algo extraño, exótico. Durante las primeras audiciones, Xochipilli tiene un fuerte carácter indigenista. Sin embargo, tiene tanto de indígena como de sones hay en los Sones de Mariachi de Blas Galindo, o el Huapango de Pablo Moncayo.
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