La edición

La Sonata Simple, para flauta y piano (1965), del compositor tehuacanense Joaquín Gutiérrez Heras (1927-2012) se editó y publicó, con el patrocinio del Instituto Nacional de Bellas Artes, por la Colección Arión y la portada con un dibujo de Henry Hagan. La obra ha tenido la fortuna de haber sido editada en dos ocasiones, en 1968 y 1989.

La portada

El título, con letras mayúsculas, sugiere haber sido escrito por un dibujo hecho a mano, y no las típicas letras de imprenta. Lo mismo sucede con el subtítulo, aunque diferenciado con letras minúsculas. Al centro, la portada retoma la idea decimonónica de las litografías, con las cuales se enriquecía el significado de la obra musical. Aquí, se puede observar un dibujo en el que aparece un pianista y un flautista en un escenario. Sin embargo, la parte posterior sugiere un amplio ventanal, desde donde se pueden percibir la luna, las estrellas, e incluso un cometa. Más allá de ser la escenografía resulta una elocuente alegoría sobre las emociones que puede despertar la obra en el oyente. En la parte inferior de la portada, con la tipografía propuesta inicialmente, aparece el nombre del compositor. La portada en su totalidad ofrece un sentido de simplicidad que, si bien forma parte del título, lo es al mismo tiempo de la obra y la interpretación.

Partes de la obra

Gutiérrez Heras, influenciado por la tradición clásica compuso una obra en tres movimientos, bajo el patrón alternado de rápido-lento-rápido. El primer movimiento responde a un Allegro non troppo (negra=116), lo cual sugiere que debe ser interpretado “rápido pero no tan movido. El segundo movimiento está indicado como Andante (negra=66), es decir, propone una velocidad similar al caminar, sin agitación, pero sin ser muy lento. El tercer movimiento, Allegro (negra=116), contrasta con el primero, pues implica que debe ser más rápido.

A pesar de que la obra está escrita para piano y flauta, el primer movimiento tiene un estilo contrapuntístico en el cual se entrelazan tres líneas melódicas; es decir, cada una con un carácter independiente. Esto origina una textura polifónica, que en ciertos momentos se alterna con secciones homofónicas; donde el piano acompaña la flauta. En el Andante la flauta lleva la melodía principal, y el piano crea una textura con una atmósfera nebulosa. La atracción de la melodía de la flauta sobre el piano es tal, que poco a poco se puede percibir como la mano derecha del pianista lleva una línea acompañante y al final del movimiento, la melodía inicial propuesta por la flauta. El último movimiento se caracteriza por un sentido agitado, no sólo por figuras rítmicas –más rápidas que en los movimientos anteriores– sino además por el tempo en sí (velocidad) de la obra. Al final, al expandirse la tesitura en ambos instrumentos hacia las partes agudas y graves, la obra genera un cierre jubiloso, entusiasta y muy emotivo.

Cifra metronómica

Como se puede observar, delante de cada una de las indicaciones en italiano aparece entre paréntesis una cifra emparejada con una cantidad específica; esta igualdad se conoce como “cifra metronómica”. Históricamente, en el siglo XVII, con el surgimiento de un cambiante lenguaje musical (de la polifonía a la homofonía, del renacimiento al barroco) y ante las necesidades estilísticas musicales, fue imperante homologar la terminología empleada para indicar el carácter y la velocidad de cada obra. Sin embargo, para los compositores del siglo XVIII esto no era suficiente. Así que se inventó un aparato que pudiera medir con mayor precisión el tiempo establecido para cada obra. De tal necesidad surgió el metrónomo, con un mecanismo de relojería, con el cual se puede establecer el número de pulsos de tiempo (por cada golpe del mismo). De ahí la tradición de escribir indicaciones de carácter en italiano acompañadas de una cifra metronómica.

Audición

Desde el inicio de la Sonata simple, el oyente puede percibir una obra que carece de toda sofisticación. Atraído por melodías dulces, tranquilas y un entramado polifónico, paradójicamente, simple, cada movimiento transcurre con fluidez, sin sentirse el paso del tiempo. El tiempo, de hecho, es el de la obra; el oyente se inserta en el tiempo mismo de la Sonata, es absorbido. Las emociones que surgen de la audición de la obra están de una amplia categoría perteneciente a la tranquilidad, a la idea de que la música (entre sus múltiples funciones) sirve para relajar y hacer pasar un rato agradable a quien la escucha.

Este texto fue publicado en el diario El Popular, Puebla, Pue., México, el viernes 31 de julio de 2015, en la sección de “Farándula y Cultura”, en la columna semanal “Son, sonata y rock”; Mónica Delgado, editor; Valeria Bautista, diseño editorial.