El llamado

Un susurro lejano, un bosque sonoro desconocido, ahí, de sus profundidades surge un llamado. A la distancia se escuchan palabras extrañas, sonidos inconexos, y al transcribirlo parece un revoltijo de letras: …Cthulhu… fhtagn… La atracción es fuerte, es el recuerdo no vivido de un mundo oscuro, cuya memoria yace en el olor a muerte. ¿Qué lo provoca?, ¿qué eres?, ¿quién eres?

Me dejo arrastrar por esa multiplicidad vasta y casi caótica de un universo sonoro distante, remoto, antiguo. En algún punto de este viaje frenético lleno de rumores escalofriantes, te distingo. No sé dónde estoy, sólo te puedo ver monstruoso, grotesco, espantoso, con tu cuerpo escamoso y alado. Los sonidos aturden mis sentidos; en el fondo, percibo difusamente un conjunto arquitectónico ciclópeo.

Lovecraft-Salazar

La lectura de un cuento, de una novela, de un texto, despierta la imaginación a un grado en que la percepción y los sentidos pueden ser alterados. Si a ello se le añade una música y un ambiente propicio, el resultado puede ser una experiencia plena de sensaciones y emociones. Tal ejercicio se puede realizar, por ejemplo, al conjuntar la lectura de The Call of Cthulhu del escritor Howard Phillips Lovecraft y la obra electroacústica inspirada en este cuento, Cthulhu, de Pablo Salazar (Serie “Compositores Poblanos, Secretaría de Cultura, 2008).

Para Salazar, su composición está inspirada en la obra literaria de Lovecraft”. Afirma que: “básicamente, he intentado producir con sonidos la misma emoción que me evoca la lectura de los cuentos de Lovecraft, trabajar con la sensación de lo desconocido, lo extraño y a la vez lo más primitivo que tiene el ser humano, el elemento líquido, que tiene un papel preponderante en el origen de la vida, y Cthulhu es, precisamente, el representante de este elemento”.

Cthulhu R’lyeh

A lo lejos escucho ese sordo redoble del tam-tam. El trasfondo sonoro es desolador, propio de un paraje aterrador, donde los pájaros berrean cantos espeluznantes y gargantas animales dejar salir gritos humanos. Es la muerte misma que llega desde aquel rojo resplandor que se abre paso entre ciénagas, aullidos y graznidos que desgarran al bosque. El aire sopla y hasta mí llegan las voces de un espeluznante conjunto coral que lloriquea: Pf’nglui mglw’nfh Cthulhu… El aire se entrecorta, cambia de dirección.

Esto es el limbo, hay todo, hay nada. Es un panorama yermo, devastado, decadente, no es posible que exista un lugar así sobre la tierra. Y, sin embargo, estoy ahí. Las percusiones me recuerdan que estoy aquí, en un bosque que reverbera, entre voces roncas que claman una frase ritual. Más allá se despliega la lúgubre morada de Cthulhu, sedienta de muerte: un monolito sobre el que se alinean estrellas no conocidas. Alrededor, seres alados, deformes y oscuros vuelan sobre un círculo de fuego, un grupo de semi-hombres baila bacanalmente, sus desenfrenados movimientos rodean a un conjunto de cuerpos mutilados.

Ensueño

“La más estremecedora repulsividad aguarda y sueña en el fondo de los abismos en espera de que llegue su hora, y la podredumbre se extiende por las tambaleantes ciudades levantadas por el hombre” (Lovecraft). El culto a Cthulhu despierta emociones que van y vienen, que eclipsan o que bien toman por sorpresa. Aquellos aparentes sonidos conocidos, ya no lo son, adquieren un nuevo significado. Cada sonoridad resulta nueva, y se convierte en un llamado, en el devenir de un estado psicológico angustiante, desolador, oscuro, donde reina el terror y algo desconocido.

Jamás olvidaré aquellas palabras que de lejos, ¿o de cerca?, me susurraban y llamaban: Pf’nglui mglw’nfh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn. A este llamado se unían los sonidos tribales percutidos de un grupo de hombres inexistentes, adeptos al culto de Cthulhu, que parecen correr entre la maleza, que se acercan, se alejan, que van y vienen, que persiguen algo, o escapan. Algo gigantesco parece acercarse; entre la bruma sonora el terror se acrecienta. Tal vez sobreviva la constante tensión y nerviosismo de una invocación que no es de este mundo, que me conduce al paroxismo de la locura.

Por ahora, sólo puedo escuchar una y otra vez sonidos inimaginables que surgen entre frases que me llevan de la mano, a través de lugares y sitios extraños, sombríos y tenebrosos, donde Cthluhu renace cada noche.

Este texto fue publicado en el diario El Popular, Puebla, Pue., México, el viernes 5 de junio de 2015, en la sección de “Farándula y Cultura”, en la columna semanal “Son, sonata y rock”; Mónica Delgado, editor; Valeria Bautista, diseño editorial.