A un siglo

Recientemente reabrí un archivo muy particular, lleno de papeles, sí, pero todos ellos enrollados. Se trata de los rollos de una pianola que adquirí hace casi dos décadas. Tanto la pianola como los rollos tienen más de un siglo de existencia. El conjunto total (rollos, pianola y el mecanismo de reproducción) es una puerta al pasado. Al cruzar la “puerta” inicia un viaje en el que, por principio, permite observar una tecnología que ahora se reconoce por medio de nanodispositivos.

A pesar de las diferencias temporales y tecnológicas, en el fondo subyace el mismo mottu, principio y valor: la importancia de escuchar música es latente en todas las épocas. Si hace ya más de un siglo se podía encontrar un piano en cada casa poblana, en nuestros días en comparación se encuentran incluso de forma individual mp3, iPod, iPad, tabletas, teléfonos celulares, entre otros gadgets personales que permiten escuchar nuestras preferencias musicales. La finalidad es similar: el consumo musical.

Para el caso de la reproducción automatizada en el pasado, la pianola (player piano en inglés) fue la mejor opción, sobre todo para aquellos que no habían podido tener la oportunidad de aprender a tocar un instrumento musical.

La pianola

Por definición, de acuerdo con el diccionario de Gabriel Pareyón, la pianola es un “piano mecánico que utiliza tiras de papel perforado para ejecutar música automáticamente. Varios modelos aparecieron simultáneamente en varios países, en el siglo XIX”.

El apogeo de la pianola se dio entre los años 1860 y 1920, hasta que finalmente aparecieron nuevos medios de reproducción con mayor potencia y a un menor costo de producción.

El archivo

La sola contemplación de los rollos, sus cajas, el tipo y el olor a viejo del papel resulta un acto satisfactorio. Sin embargo, lo que me atrajo hasta ellos fue la historia que nos pueden contar sobre la música en Puebla.

Hace 100 años la principal tienda de partituras e instrumentos musicales era la Casa de Música Santa Cecilia. Los principales distribuidores de música impresa eran H. Nagel y Sucs. y A. Wagner y Levien. Fue precisamente la segunda casa editorial la que distribuyó una buena cantidad de rollos a la ciudad de Puebla, si bien algunos pudieron ser adquiridos en la Ciudad de México. Por la aceptación y el creciente consumo de música para ser reproducida en pianola aparecieron nuevos repertorios musicales, como el de Gastón Lourdes, entre otros.

La mayoría de los rollos provenían de empresas estadounidenses como la Arto Word Roll, 88 Note Metrostyle-Thermodist, Super-Rolls (SRS), Universal Song-Roll, y Thos. Goggan & Bros. El éxito de la pianola condujo a la creación de empresas mexicanas, como la QRS Roll y Rollo México.

El piano melógrafo

No todos los rollos eran perforados por máquinas. Hubo algunos que fueron perforados a partir de la interpretación de un pianista. Algunos de ellos fueron producidos por la casa Metro-Art. Es importante hacer notar que los antecedentes de este tipo de rollos se encuentran en la creación de un inventor, matemático y filósofo mexicano: Juan Adorno Nepomuceno (1807-1880). Adorno se considera el inventor de la pianola o piano melógrafo, que se puede definir como “una máquina en forma de piano vertical que, al tocarse, movía un mecanismo que grababa la música en una tira de papel y luego la imprimía: era capaz de interpretar piezas sin la necesidad de un ejecutante”. Su invento, los planos, el manual de funcionamiento y un nuevo sistema de notación musical fueron presentados en la Exposición Universal de París de 1855.

La música

El gusto por la música reproducida en pianola respondía a los géneros más populares de la época: pasos dobles, fox-trots, tangos, oberturas, popurrís, valses, canciones, serenatas y otros. Los rollos tenían una característica particular: podían usarse como un karaoke actual. La mayoría de los rollos catalogados tienen una letra que puede ser cantada, y cuya notación melódica es muy similar al Guitarra Fácil de nuestros días. Esto permitía a la gente de la época, al igual que en la actualidad, exponer sus capacidades como cantantes. Se puede deducir que lo más importante era el acto social que representaba la música para pianola. Aquí precisamente, podemos hallar una de las diferencias más importantes con el presente: los dispositivos de reproducción actual han enfatizado una individualización creciente, contraria a la búsqueda socializadora de la tradición decimonónica, sobre todo en una ciudad como Puebla.

Este texto fue publicado en el diario El Popular, Puebla, Pue., México, el domingo 15 de febrero de 2015, en la sección de “Farándula y Cultura”, en la columna semanal “Son, sonata y rock”; Mónica Delgado, editor; Valeria Bautista, diseño editorial.