”Sabes mi nombre, pero no mi historia; has oído lo que he hecho, pero no por lo que he pasado; sabes donde estoy, pero no de donde vengo; me ves riendo, pero no sabes lo que he sufrido; deja de juzgarme… saber mi nombre no implica conocerme”

Eso que muchos hacen y de lo que nadie se salva. Crear ideas acerca de una persona, por su forma de vestir, de hablar, de expresarse, es muy fácil, de hecho, no sólo de personas, también de cualquier cosa que pase por nuestra vista, y hay veces que ni siquiera nuestros ojos son capaces de ver, sólo nuestros oídos de escuchar.

Esa “percepción” que podemos tener de las personas, pueden ser proyecciones personales que no somos capaces de admitir o reconocer, entonces nos dejamos guiar por impresiones y prejuicios de otros y no les damos la oportunidad, sólo por adelantarnos a falsas conclusiones. Si cambiamos los papeles, ¿A quién le gusta que lo juzguen? A mi parecer, a nadie.

Estos prejuicios que tenemos de otros son normales en los seres humanos, hay veces en las cuales nuestras mentes operan como de forma automática, la carga genética puede ser influyente, así como todo aquello que nos define como personas y nuestra respuesta a ciertas situaciones, aquello a lo que estamos acostumbrados; sin embargo, una cosa es lo que eres, y otra, la actitud que tienes ante lo que eres y ante los demás.

Es verdad que no nos rodea ninguna sociedad utópica donde todas las personas somos excelentes y con buenas intenciones, pero eso no es justificación alguna para quedarnos con un prejuicio superficial, que además ni nosotros mismos nos preguntamos el por qué de nuestros pensamientos o de aquello que decimos, y damos por sentado que así como vemos las cosas, así son.

Se le conoce como dogmatismo, al no abrirnos a algo más allá de lo que ya conocemos o creemos, y atarnos a lo que siempre hemos creído. Al mismo tiempo, y como otro tema, creo que es uno de los grandes problemas que vivimos en el S. XXI que contribuyen a crear prejuicios.

Por otro lado, y lo más importante. Hacernos juicios de otras personas o cosas sin siquiera conocerlas, nos puede hacer perder la gran oportunidad de conocer a gente increíble que puede ser capaz de aportar mucho a nuestras vidas, o de experiencias que pudieran darle un gran giro a la misma.

Es vital atrevernos a ir más allá de una simple apariencia física, o a una crítica o comentario hecho por alguien más hacia alguien que no nos consta que sea de tal o cual manera. Así es como se abren horizontes, y de forma automática esas limitantes que hoy nosotros mismos nos ponemos, desaparecen. Y desaparecen porque nosotros queremos quitarlos, no por arte de magia. Si la próxima vez te das cuenta que estás prejuzgando, acuérdate que puedes estar perdiendo  una gran amistad, relación u oportunidad de vida. Pregúntate: ¿Por qué dices o piensas las cosas?, ya que quizá alguien podría perderse la oportunidad de conocerte por haberte juzgado. Empieza por ti. “Los grandes cambios empiezan con pequeñas acciones”.

@CarmenHachity