A todos nos gusta estrenar. A muchos nos cuesta conservar. Ambas situaciones se acentúan en una época en la que muchas ocasiones nos cuesta menos el reemplazar lo que consideramos no funciona como quisiéramos, por algo nuevo que funcione un corto tiempo para que así se inicie un ciclo que creo vicioso y con pocas o nulas aportaciones para quien se encuentra dentro. Ahora, esto no lo limitamos a los objetos, muchas veces lo llevamos al campo personal y eso nos acarrea inestabilidad que siempre, al ser seres integrales, repercute en todos los ámbitos de la vida.

¿Qué tal si empezamos a darle una segunda oportunidad a las cosas? ¿Qué tal si nos detenemos un poco a ver el valor de cada una? El número de divorcios va en aumento, la rotación laboral de las empresas también, hoy nos movemos demasiado rápido, algunas veces sin detenernos a aprender, sin esperar a que nuestras estrategias den fruto, optamos por modelos de microondas, instantáneos y con poco "valor nutrimental" para nuestras vidas. ¿Es eso lo que en realidad buscamos o ya dejamos que el consumismo se apodere de nuestras conductas hasta tratar a las personas como objeto?

En estos días donde sale más barato el despedir a alguien que capacitarlo y el costo de una impresora nueva es menor al de los consumibles, nos metemos en la contaminante rutina del Toma&Tira. ¿Suena muy fría mi comparación entre lo que hacen las empresas con su personal y lo que hacemos nosotros con las cosas? Analicemos si es más fría dicha analogía o la mecánica en la que parece ser que cada vez más somos más expertos.

Creo que debemos volver al tiempo donde recurríamos al zapatero, reparábamos las televisiones y nos preocupábamos por reparar las fisuras de nuestras relaciones interpersonales.

Hasta aquí mi colaboración de esta semana, nos leemos la próxima.