El mes de julio inició con un cumpleaños muy especial. La casa de lectura -librería, cafetería, bar, galería, restaurante, sala de conferencias y demás- Profética llegó a su onceavo aniversario.

La primera vez que pisé ese recinto fue en el lejano 2009 o quizá 2008. Conocía virtualmente a una señorita muy atractiva e interesante, quedamos de vernos en persona, porque las amistades de ese tipo deben concretarse físicamente. Ella eligió el lugar. En cuanto entré a Profética quedé maravillado. Obviamente ya había escuchado de ese espacio, pero en aquel entonces el centro histórico no figuraba en mi agenda usualmente. 

Por aquellos años en el patio había unas salitas forradas con -seguro imitación de- piel de vaca, encantadoras. Ella recuerda que almorzó unas quesadillas, yo no tengo idea de lo que entró por mi boca, pero sí lo que entró por mis ojos, sus paredes me maravillaron. Lo mejor del momento, además de la compañía, fue que estaba cómodo en un lugar que no era mi casa, prácticamente acostado en uno de los sillones de vaca, platicando sin temor a que en cualquier momento un mesero nos corriera porque hacía ya un buen rato que dejamos de consumir.

Pasaron un par de años para que regresara. La bicicleta me llevó de vuelta.

El colectivo PueBicla hace algunos años hacía una actividad llamada Charlas en bicla, que consistía en una pequeña ponencia impartida por algún personaje que estuviera de visita en la ciudad, un cicloturista, el escritor de un libro cletero, un músico que viaja en bici, en fin, el lugar elegido era por supuesto Profética.

Una de las sedes del primer Encuentro rodando juntos fue allí. Entrevistas cleteras para una que otra revista, ahí también. El controversial festival de cortometrajes de sexo bicicletero, Bike Smut, allí, así como la creación del Consejo Ciclista Poblano y las juntas posteriores a eso. Y el reciente foro de movilidad La ciclovía de la 25 Oriente-Poniente se dialoga. José Luis Escalera siempre nos ha abierto las puertas de su casa Profética, que se ha convertido para los ciclistas en un cuartel general.

Pero entre sus particularidades no está nada de lo dicho. Hay tres cosas que me encantan y que pocas personas entenderían, especialmente si no han entrado a Profética.

El arcoiris
A la entrada, cuando el Sol cae sobre el lugar en un ángulo peculiar a una hora en especial, aparece un arcoiris que cae sobre el suelo del pasillo. Un detalle que hay que apreciar como lo mágico que resulta.

El baño
Orinar cualquiera lo hace, pero leer poesía mientras se está parado frente al mingitorio, es algo que sólo en Profética se puede hacer. Los perros románticos, de Roberto Bolaño, empieza diciendo "En aquel tiempo yo tenía veinte años 
y estaba loco." y así miccionar se convierte automáticamente en un acto poético. Al baño de mujeres jamás he entrado, así que alguien me podría echar la mano con ese punto.

El techo
Mecanizado, cuando el cielo está despejado no hay nada sobre nuestras cabezas, pero si se nubla y las gotas de lluvia comienzan a caer aparece lo que evita que quedemos empapados bajo el poderío de Tlaloc. Lo especial en esto llega cuando el lugar está techado y sin esperarla un halo de luz cae sobre ti, iluminando todo el patio, es una luz especial, así como el cielo que desde dentro se ve. Dicen que el azul del cielo de Profética es distinto al que se ve desde afuera, y sí que lo creo.

Librería. Biblioteca pública. La Tiendita. Cerveza. Vino. Desayunos.
Si no han entrado, no dejen pasar más el tiempo, dense una vuelta por la 3 sur 701 y disfruten de la energía del lugar, que sin duda alguna es un personaje de la ciudad.