Como hemos visto en blogs pasados, todos vivimos constantes pérdidas, sin embargo el dolor que nos deje cada una de ellas, dependerá del vínculo que tengamos con lo perdido.

También, en blogs anteriores hemos mencionado que el duelo consta de diversas fases y emociones que son naturales y necesarias para su resolución. Ahora bien, cuando nos quedamos “atorados” en alguna de estas fases o emociones, nos referimos a duelo no resuelto, si esto perdura y nos quedamos suspendidos a lo largo del tiempo en esa fase, hablamos de duelo patológico.

Pero antes de entrar de lleno al tema, consideremos que el duelo se ve influenciado por diversos aspectos, tales como: las circunstancias entorno a la pérdida, por ejemplo una muerte inesperada, no poder ver el cadáver, la forma en que recibimos la noticia, etc., el aspecto psicosocial también es importante, por ejemplo: prácticas sociales que dificulten la expresión del duelo, modo de vida precario, si se está muy aislado, etc., y también existen los aspectos intrapersonales, que tienen que ver con nuestra personalidad y los recursos internos con los que contamos.

Así es, todo lo anterior forja el modo en que enfrentaremos el duelo y el curso que va a tomar.

Hablando ya de duelo patológico, es importante identificar que hablar de “patología” es hablar de desadaptación. Por lo tanto el duelo patológico es cuando la persona no avanza en su proceso de duelo y ese permanecer “atorado” hace que adopte conductas desadaptativas que van desde la ausencia o el retraso en su aparición, hasta el duelo excesivamente intenso y duradero, pasando por el duelo asociado a ideaciones suicidas o con síntomas claramente psicóticos.

El duelo patológico puede adoptar diferentes formas, tales como:

• La persona no acepta el dolor, la angustia o la ansiedad que siente al recordar la pérdida.
• Al momento de la pérdida, la persona no expresa todas las emociones que sentía o no lo hace con la intensidad que necesitaba y se mantiene “tranquilo”, posteriormente cuando llega una fuerte carga emocional, reabre la herida.
• Al sentir un dolor tan profundo, la persona lo evade optando por consumo de alcohol o drogas, se satura de trabajo, puede desarrollar ansiedad o depresión.
• Puede darse el caso también, que la persona en duelo, experimente problemas físicos, pueden ser similares a los del fallecido antes de morir, sin ser consciente de que esto se debe a su propio duelo no resuelto.

“Otras formas anormales de duelo se producen cuando algunos aspectos del duelo normal se distorsionan o magnifican hasta alcanzar proporciones psicóticas. Por ejemplo, identificarse con el fallecido adoptando alguno de sus rasgos o atesorando sus pertenencias puede ser considerado normal; pero creer que uno mismo es el fallecido o estar seguro de que se está muriendo de lo mismo de lo que murió el difunto no lo es. Oír la voz efímera y momentánea del fallecido puede ser normal; no obstante las alucinaciones auditivas complejas y persistentes no son normales. La negación de ciertos aspectos de la muerte es normal; sin embargo, la negación que implica la certeza de que la persona muerta sigue viva, no lo es.” (Cruz, María A., 2008).