Tener un enfermo terminal en casa o en el hospital es una experiencia dolorosa para la familia y sobretodo para aquel o aquellos que cuidan de él durante el proceso.

Es por esto que hay que ponernos atención a nosotros como cuidadores para así poder brindarle a nuestro ser querido un ambiente óptimo para esta última fase de su vida.

Primero hablemos un poco acerca de qué pasa por la mente de los cuidadores.

Durante esta última etapa, es muy común que se enfrenten a diversos dilemas por ejemplo: hablar de la muerte del enfermo o no, decirle algo o callar, llorar frente a él o mejor ocultarse, actuar como si fueran sus últimos momentos juntos o como si aún le quedara mucho tiempo por delante, actuar con naturalidad o recalcar las muestras de afecto, entre muchos otros.

Si bien estos dilemas pueden generar sentimientos de culpa en las personas cercanas, son completamente naturales, todos tenemos estas preguntas pues ¿Quién nos enseña a acompañar a un enfermo terminal?

Lo óptimo es que todos los miembros de la familia colaboren, pero sobretodo que acepten las decisiones de su familiar.

Los cuidadores y personas cercanas al enfermo deben desarrollar ciertas aptitudes para así crear un ambiente cálido, algunas de estas son: ser empático que va muy ligado a la compasión (es importante mencionar que si el paciente requiere que lloremos con él, podemos hacerlo), ser muy paciente y tolerante (es muy común que durante esta fase terminal, la persona tenga constantes cambios de humor, es por esto que debemos saber entenderlo), saber escuchar (no olvidemos que necesita ser escuchado), procurar la comodidad del paciente.

Estas y otras aptitudes se resumen en “APRENDER A SER UN BUEN COMPAÑERO DE ESTE ÚLTIMO TRAMO DEL VIAJE”.

Para esto se requiere de decisión y voluntad, en primera instancia, y de ayuda de un profesional que nos asista durante este proceso doloroso, alguien que con su experiencia pueda mostrarnos la mejor manera de cuidar y acompañar a nuestro enfermo terminal.