¿Canadá? ¿Cuba? ¿Guatemala? Nadie sabe dónde están, nadie sabe cómo huyeron el exgobernador de Sonora y el gobernador con licencia de Veracruz, Guillermo Padrés y Javier Duarte, respectivamente; sobre quienes pesa una orden de aprehensión por parte de la Procuraduría General de la República.

Por enésima ocasión, políticos mexicanos (como los ya referidos) son evidenciados por su mal ejercicio en el cargo o por actividades ilícitas, las cuales generan indignación, crítica o rechazo casi unánime por parte de la población.

Esta práctica en nuestro país es cada vez más reiterada en todos los niveles de gobierno e incluso, en los tres poderes de la Unión, porque hay un ingrediente que la fomenta: la impunidad.

"Tú robas, todos roban"

Así pues, un alcalde, un diputado o un presidente de la República incurren en prácticas indebidas, porque el sistema está diseñado para delinquir abiertamente sin ningún castigo.

Los casos de Sonora y Veracruz son una muestra de lo que los gobernadores se han convertido a partir de llegada de la transición a nuestro país: en verdaderos “caciques”, que no sólo ejercen sus facultades, sino también, controlan e influyen sobre el congreso, medios de comunicación y las cámaras empresariales de su estado.

Burocracia rapaz

De 2000 a la fecha, en México han sido electos alrededor de cien gobernadores, algunos de diferente ideología y partido; no obstante, en la realidad su desempeño es muy similar. Sus sueldos son exorbitantes, su equipo de trabajo está compuesto por amigos y no por gente eficiente, sus administraciones no rinden cuentas, son cero transparentes, recaudan poco y gastan mucho y mal.      

Con lo anterior, se demuestra que la democracia no es sinónimo de buenos organizaciones políticas o gobiernos, mucho menos de participación ciudadana ni de respeto pleno a la ley. Tan sólo en 2016, el “árbitro” electoral (INE) gastó 11 mil 442 millones de pesos y los partidos más de 4 mil millones de pesos.

México está invirtiendo muchos recursos en este rubro; empero no hay mejoría, por el contrario, sus políticos son insaciables a pesar de tener un buen sueldo y de contar con privilegios como el fuero, se dedican a ampliar sus cuentas bancarias.

El mejor negocio…

Si cuentan con dichos beneficios, ¿por qué su rapacidad aumenta? Quizá la respuesta se encuentra en la facilidad con la que un representante popular y su círculo más cercano de colaboradores pueden allegarse de recursos económicos a través del presupuesto que se les asigna, influencias, protección e inmunidad del aparato de justicia y en muchos casos, el impulso que da el dinero a su carrera política.

Padrés y Duarte son buscados por la justicia, a la par, su respectivo partido (PAN y PRI) les suspendió sus derechos como militante y la expulsión de ambos es inminente, asimismo, han sido criticados por  algunos de sus antiguos correligionarios; no obstante, estos últimos son quienes deberían dar una explicación sobre el poco control que tienen sobre sus procesos de selección de candidatos y de vigilancia de sus gobiernos o grupos parlamentarios.

Llevamos 16 años buscando la verdadera consolidación democrática en México, para nuestra desgracia, ésta cada vez es más distante, pues a las malas prácticas que ya conocemos (acarreo, rebase de topes de campaña, campañas anticipadas, compra del voto, corporativismo, abstencionismo, presupuestos abultados, etcétera), se suma la de los políticos que llegan por la vía del voto, trabajan –mal- y después, se alistan para emprender el famoso camino de la huída, de “pelarse”.

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