Cualquier gobierno en México carece de dos cosas: voluntad y estrategia al momento de llevar las riendas de un municipio, entidad e incluso, de un país, defectos que ni siquiera son corregidos cuando existe un elemento de presión como el chantaje.

Por definición, el gobierno es un conjunto de organismos o personas dedicadas a dirigir un Estado; en nuestro país, el régimen proveniente de cualquier orden se dedica más a buscar recursos económicos (que obtienen vía impuestos o recaudación por concepto de servicios) que a aplicar la ley.

Además de ser un mal cobrador por lo poco que recolecta, la administración federal, es una auténtica derrochadora, que destina cerca del 81 por ciento de su presupuesto en pago de salarios de sus trabajadores (gasto corriente). Asimismo, emplea otra parte al subsidio y asistencialismo, que no es otra cosa, más que la repartición de dinero entre las clases más desfavorecidas a cambio, principalmente, de su lealtad electoral hacia el partido en el gobierno.

Barril “sin fondo”

Nadie puede estar en contra de que el gobierno genere y mejore las condiciones de vida de sus ciudadanos, así como el otorgamiento de algún tipo de ayuda (monetaria o en especie) o incentivos fiscales a estos últimos; sin embargo, lo criticable es que el pago por tales conceptos no se le retribuye (en algo positivo).

Los sectores “beneficiados” por los apoyos gubernamentales son tan diversos como opacos son los criterios y las cantidades que se manejan: personas comunes, sindicatos, empresarios, medios de comunicación, políticos, asociaciones campesinas u obreras, entre otras, son algunos de los receptores de fondos públicos y pocos, los que rinden cuentas.

El Frankenstein

No obstante, las dádivas se convirtieron en un “alimento” que ha robustecido a dichos grupos, hasta transformarlos en “monstruos” que crecen día con día como en el caso de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que sale del control del Estado.

Una organización que aumenta desmedidamente como la parte disidente del magisterio, puede movilizar a miles de sus miembros y paralizar a regiones completas como Oaxaca y Chiapas; al mismo tiempo, tiene la capacidad de negociar y quizá, de obligar a los poderes Ejecutivo y Legislativo federales a dar marcha atrás a la Reforma Educativa que estos últimos promovieron desde 2012.

Don dinero

Pero hay otro tipo de “criaturas amorfas”, resultado del impulso (y complicidad) que el gobierno les dio y que a través de los años, se desarrollaron hasta adquirir la fuerza y autonomía necesaria para poner en “jaque” a cualquiera: los empresarios.

Los empresarios son la élite económica que, en el caso de México, no sólo dominan y acaparan los grandes capitales, sino también, son actores fundamentales que influyen en las decisiones públicas y que suelen ser el contrapeso cuando las autoridades toman acciones que van en contra de sus intereses.

El caso de la CNTE en Oaxaca, la Iniciativa Privada ha exigido una y otra vez al gobierno encabezado por el presidente Enrique Peña y a Gabino Cué, mandatario local  a poner en marcha medidas para desalojar los plantones que los maestros han distribuido a lo largo de ese territorio y permitan así, reactivar la economía de ese estado.

¡Desalojos o nada!

Tal vez la petición de los líderes no sea disparatada; empero, su reacción ha sido desmedida, al punto de llevar a cabo un cierre –casi- total del comercio en Oaxaca capital, dejando a sus habitantes sin la posibilidad de comprar los productos de consumo básico; lo anterior, con el objetivo de que el poder político ceda a sus reclamos.

¿Quién tiene más derecho, la CNTE o los empresarios? ¿Qué derecho prevalece más? ¿Qué hará el presidente para salir de ese dilema? Las posturas pueden ser legítimas, pero el gobierno, ya disminuido y con escaso margen de operación, ha claudicado; por una parte, envía señales para la inminente derogación de la ley en materia de educación, y por otra, las condonaciones y exenciones de impuestos podrían anunciarse en los próximos días.

El presidente todo poderoso del siglo XX ya dejó de existir, hoy, quien ostenta ese cargo tiene a una oposición, no tiene el dinero para calmar cualquier revuelta social, tampoco a un pueblo que lo respalde, ni la determinación suficiente para hacer cumplir la constitución, sólo le queda capacidad de negociación ante los embates y chantajes de unos cuantos.   

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